El rechazo de importantes sectores a impuestos que consideran lesivos tiene fundamento. Los tributos que gravitan sobre costos de producción y afectan la competitividad de entes productivos no le convienen a la economía.
Obligar al pago adelantado de impuestos en base a la suposición de futuras ganancias priva de manera injusta a productores, incluyendo a industriales, de capital de trabajo. Quienes cultivan el campo, sujetos a eventualidades de clima, plagas y mercados exigentes, reciben un duro golpe a la rentabilidad por pagar tributos antes de generar ingresos. Esta carga se compara por sus efectos negativos al impuesto selectivo al consumo aplicado a equipos e insumos para las operaciones hoteleras como si se tratara de enseres de lujo cuando en realidad son artículos imprescindibles para la actividad turística, generadora de divisas, empleos y gran comprador de la producción agropecuaria y de otros renglones locales.
La reforma fiscal, que se presagia para corto o mediano plazos, debería eliminar lo irrazonable de algunos gravámenes y disminuir la proporción de tributos que descansan en el consumo y que representan el 75% de todos los ingresos del Fisco, mientras beneficios individuales y de corporaciones escapan a la acción directa de los recaudadores. En un país de notable ostentación de riqueza, es injusto que el Estado se nutra mayormente de extraer dinero a gente de medianos y pequeños ingresos.
¿Y de la calidad del gasto qué?
En materia fiscal la preocupación por el uso que el Estado da a sus ingresos es de la misma magnitud que la preocupación que generan los impuestos mismos cuando son desproporcionados o lesivos a los contribuyentes. Y una forma irracional de emplear fondos públicos acaba de ser puesta de relieve: el Ministerio de Agricultura de la República Dominicana tiene 17 mil empleados, siendo que el país apenas exporta 800 millones de dólares al año en productos agrícolas; mientras el ministerio similar de Chile, que exporta diez mil millones, es de apenas 1,500 empleados.
Un personal excesivo el nuestro- que no se traduce en mejor gestión; nómina que consume el 70% de los recursos presupuestales para la agropecuaria, por lo que resulta perjudicialmente reducida la inversión en el agro. Que no se traduce en una mayor presencia de agrónomos brindando asistencia a los pequeños productores.