Un signo destacado del atraso político en que vivimos, es el hecho de que siete de los once precandidatos del Partido de la Liberación Dominicana invocan una supuesta ideología danilista. Pero la apariencia no es la esencia. ¿El danilismo existe como ideología, como propuesta de regeneración social? Para empezar, el danilismo no es un pensamiento. Lo verdaderamente antitético al ser fundamental de Danilo Medina es un pensamiento teórico sistémico. Se le podría definir como un pragmático, no en el sentido de la filosofía desplegada por William James, sino en tanto la conveniencia y la oportunidad eximen de todo principio, ético o religioso, en aras de lograr sus objetivos. No hay que hacer calistenia mental para demostrarlo: el mismo hombre que abominaba la reelección porque “desestabiliza el Estado, propicia la corrupción, y hace que todas las instituciones públicas se pongan al servicio de quien se reelige” (SON SUS PROPIAS PALABRAS), acabó en el falseamiento de sí mismo. Y si no es una idea, tampoco es un proyecto social. Su verdadera esencia de dominación es una manipulación grosera que tiende a evaporar con propaganda la realidad que ha impuesto el modelo político.
Los cuerpos ideológicos suelen constituir espacios de legitimación de la práctica, y encarnan visiones que integran una representación global del mundo y un programa de acción. Apuestan a configurar ideas que son el trasunto de una realidad configurada en un conjunto de propuestas provenientes del pensamiento, y del estudio de esa realidad. La ideología puede ayudar a comprender cómo funciona un sistema, o desarticularlo para transformarlo. El caso es que, así sea remontándose a los orígenes griegos del término, o asumiendo la concepción hegeliana de falsa conciencia, que luego tomaría el marxismo; la ideología es siempre el despliegue de un pensamiento. ¿Danilo Medina ha producido un pensamiento que se asemeje a algo parecido a una doctrina? No. Su influencia y poder dimanan no de la penetración de la idea, sino del dominio del Estado. Es un ser entregado a las cosas, ama el poder más que a todo, y es el cínico ( en el estricto sentido de su etimología) que prometiendo la felicidad, en aras de mantener el poder no le importa conducirnos a la desventura.
Ni siquiera ha tocado con el pétalo de una rosa el modelo peledeísta que Leonel Fernández impuso a la sociedad. Se montó sobre ese modelo para empujar la reelección en el 2016, y lo ha reproducido en un nivel más alto. Modelo que se erigió sobre la Constitución del 2010, cuidadosamente zurcida para mantenerse en el poder. Con sus “altas cortes”, la impunidad garantizada, financiación del partido a través del presupuesto, su Cámara de Cuentas, su Senado de la República, su Cámara de Diputados. Un modelo de control que ha domesticado a la clase media, y la ha condenado a la incertidumbre, y la ha frisado en la angustia de verse descender todos los días; un modelo que emplea el asistencialismo como forma de control de las masas, un modelo pervertido por la inequidad, un modelo que incentiva la violencia y la delincuencia, un modelo cuyos paradigmas sociales exitosos son políticos ladrones, farfulleros, cínicos y mentirosos. Un modelo que tiene a la corrupción como política de Estado. Y Danilo Medina no puede encarnar la negación de ese modelo, que ahora beneficia y consolida la hegemonía del grupo económico que le acompaña en el gobierno. Y en esto sí hay una diferencia importante con el leonelismo. En el gobierno del presidente Fernández sus rentistas engordaron dentro del Estado revolcándose en el presupuesto público directamente. Ahí labraron muchos de ellos su fortuna. Los rentistas de Danilo Medina vienen de afuera del PLD. Son inversionistas que ahora pretenden asaltar el poder haciendo pasar al danilismo como una ideología.
El danilismo, sin embargo, no es otra cosa que la continuidad de un modelo pernicioso de gobierno. Y Danilo Medina una construcción que usa el Estado para hacerlo posible. Los precandidatos que hablan del danilismo como si fuera una ideología, no han salido todavía del siglo XIX.