Ya estamos al doblar de la esquina… está llegando la navidad, y con ella, la espera de los más pequeños de la casa por el arribo de Santa.
Quiero señalar, que ciertamente la disposición de decirles a nuestros hijos que Santa Claus existe o no es una decisión totalmente personal, porque el tema de creer o no tiene que ver más con la aceptación del pensamiento mágico y la curiosidad, que con un tema religioso.
Yo particularmente soy de opinión, que es bueno fomentar la ilusión porque nos permite sortear grandes obstáculos en la vida. Es hermoso mantenerles la fantasía a los niños, es como ver la inocencia expresada al máximo. Y permite que los niños lleven una vida rica en fantasías, como creer en los reyes o tener un “amigo imaginario”, que suele desarrollar mejores habilidades sociales que los demás niños, porque pudiera proporcionarles oportunidades adicionales para experimentar pensamientos, emociones y expectativas. A la vez, permite trasmitir valores éticos y humanos que están más allá de la única y exclusiva satisfacción de los deseos: como el valor de compartir, pensar en los más necesitados y aprender a agradecer.
Siempre y cuando se les explique a los niños la verdadera esencia de la navidad y el espíritu con la cual debemos disfrutarla, no creo que sea dañino para nadie creer en el mito de que alguien viene cargado de regalos para tratar de hacer feliz a las personas. De hecho, la imaginación es una parte normal del desarrollo y ayuda a estimular las mentes creativas.
También hay muchos niños que crecen sin creer en Santa, ya sea porque no celebran la Navidad o por seguir tradiciones culturales diferentes, y así mismo, hay otras familias que celebran la Navidad, pero no promueven la creencia de Santa Claus, y eso también es válido. Sin embargo, si ese es el caso, los padres deben asegurarse de que sus hijos sepan que otros niños sí creen en la historia y que no deben arruinar la creencia de los demás.
La psicoanalista y escritora Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) es partidaria de mantener las cosas en el plano de la tradición: “Esta historia que viene transmitiéndose de generación en generación, cumple varias funciones durante el desarrollo infantil, como por ejemplo la función moral y la educativa; incrementa la imaginación, la recreación, refuerza la tradición y estructura la mente infantil. Es así como la vida psíquica del niño es influida por las enseñanzas de los padres y se le va transfiriendo al pequeño un modelo tradicional y normativo típico de nuestra época. La enseñanza moral que Del pequeño va adquiriendo por sí mismo es la de que su esfuerzo de ‘portarse bien’ se verá recompensado por medio del regalo anhelado”.