Existencialismo y la narrativa nacional

<P>Existencialismo y la narrativa nacional</P>

En primer lugar, se necesita definir lo que entiendo por existencialismo radical. Existen tres tendencias existencialistas y cada cual implica una teoría de la literatura y su práctica: 1) la derivada de la filosofía de Jean-Paul Sartre; 2) la derivada de la filosofía radical de Albert Camus; y 3) la derivada de de la filosofía metafísica de Husserl-Heidegger.

La de Sartre y Heidegger confluyen en un existencialismo humanista ligado a la libertad del ser humano como su estrategia fundamental, pero con arreglo a la existencia de un sujeto positivo, nuevo, venido del marxismo como acción civilizatoria de la historia como progreso indetenible del género humano. La de Heidegger converge hacia un existencialismo cristiano que se plantea siempre la llamada angustia existencial del ser humano, pero que se resuelve siempre en la fe en Dios como búsqueda de la paz, la seguridad y la felicidad humana.

Y por último, la propuesta filosófica, de la cual se deriva la literaria, de Camus, para quien, al decir de Segundo Serrano Poncela, al estudiar este sistema y su impacto en la novela del siglo XX, “la existencia no sólo es gratuita e injustificable: va más allá: carece de sentido, es absurda e ininteligible. Su constante razón de ser convierte al vivir diario en una despersonalizada aventura cuyos accidentes siempre ajenos en última instancia al individuo afectado por ellos, parecen estar destinados a justificar la falta de sentido, en general, del Universo.” (Cuadernos Dominicanos de Cultura 45/46, 1947p. 557.)

El autor amplía la definición de existencialismo a lo Camus: “en el mundo de Albert Camus el vivir equivale a una continua sorpresa para cuya recepción el hombre se halla siempre impreparado, debido a su propensión a auto engañarse. El autoengaño es producto de dos actitudes puramente imaginarias y racionales que nada tienen que ver con la existencia en sí: el egoísmo y el afán de inmortalidad como derivado sublimado de la actitud egoísta.” (Ibíd.)

La solución a este autoengaño y a este deseo de inmortalidad logra suprimirlos el sujeto solo si acepta el absurdo. Dice Serrano Poncela: “El reconocimiento del Absurdo suprime la desdicha. Sólo el que espera con arreglo a determinadas previsiones la aparición de un acontecer que, por otra parte, sobreviene ajeno a ellas, puede ser desdichado.” (p. 558) Estas ideas se encuentra en las obras filosóficas de Camus tituladas “El hombre rebelde” y “El mito de Sísifo” y en las propuestas literarias “El extranjero”, “Calígula”, “La caída”, “La peste”  y “El malentendido”. A estos textos es a lo que llamo un existencialismo radical, tanto en filosofía como en la práctica de la escritura. El concepto de lo absurdo no es otro que el de lo arbitrario en la historia y el lenguaje. De ahí que la vida sea, por lógica con estos dos conceptos, también arbitraria para la filosofía de Camus.

La primera propuesta narrativa que del decenio 1961-70 está formada por la novela de Ramón Lacay Polanco titulada “No todo está perdido” (1966), las cuales forman una tetralogía existencialista cristiana junto con “La mujer de agua” (1949), “En su niebla” (1950) y “El extraño caso de Camelia Torres” (1978).

No voy a repetir los detalles in extenso de “No todo está perdido” y remito al estudio que de esta y las demás novelas de Lacay Polanco hizo Giovanni di Pietro en su libro “Quince estudios de novelística dominicana” (Banco Central, 2006). Pero en síntesis, y esto lo contienen las otras tres novelas: el planteamiento existencial de la soberbia del pintor Rolando Coll  como figura del intelectual rebelde y libre, pero que se debate en un conflicto entre fe y esperanza y al final de su lucha sucumbe vencido por la figuración lingüística de esa fe encarnada en el personaje femenino Sonia, quien a través de su sacrificio y su amor por el artista logra ganar, para el Señor, esa alma descarriada. A esto le llamo solución ideológica de un problema literario.

La segunda propuesta literaria existencialista es la de Efraím Castillo en su cuento de 1967 “Consígueme ‘La náusea’, Matilde” (Pedro Peix. “La narrativa yugulada”. Alfa&Omega, 1981). ¿En qué consiste la propuesta? El narrador lo dice: “el único libro que Pedro respeta se llama “La náusea” y se lo comerá algún día”, según cuentan algunos allegados de la familia de este personaje del cuento, quien se come, digiere y evacua las grandes obras literarias universales, incluyendo la de Sartre, como si fueran platillos gourmet.

¿No responde esta solución literaria a las líneas de las cúpulas partidarias de izquierda, bajadas a sus intelectuales, de que se cuidaran de reproducir en sus obras de ficción los vicios de la literatura burguesa? Castillo era un revolucionario de izquierda en aquel decenio. Pero el narrador termina su cuento con la absolución de Pedro el come libros y de su compañera sentimental Matilde: “Pedro es y seguirá siendo. Al leer, es. Leído, es. Montado a caballo flaco y con un filete Chateaubriand atrapado entre las muelas, el pelo rojo de Matilde ondeando sobre una brisa que ha atravesado las montañas, ellos son. Locos, pero son. Son. Son. No ha salido de Cuba.” (p. 486)

Capten los malabares del cuento fundado en frases cortas y ambiguas para salirse de la ideología existencialista sartriana y sacarle una quisonda a la cúpula izquierdista, aunque la frase final reivindica la revolución cubana, moda de la época en Hispanoamérica, a través del juego de palabras (el equívoco) entre son (verbo, “esencia”, y son “música de Cuba”. Esta es, si no yerro, una solución ideológica a un problema literario, aunque con  un gran contenido de ambigüedad para despistar a la censura izquierdista. Lacay Polanco también dilató, hasta el final de “No todo está perdido” (p. 120-21) el desenlace o solución del problema existencial de Rolando Coll con el fin de despistar, producir un final feliz y estar en paz con el mantenimiento del orden literario y social.

En la próxima entrega leeremos un propuesta existencialista radical sin reproducción de la ideología nacionalista y sin solución literaria.

En síntesis

Albert Camus

El concepto de lo absurdo no es otro que el de lo arbitrario en la historia y el lenguaje. De ahí que la vida sea por lógica, con estos dos conceptos, también arbitraria para la filosofía de Camus para quien la existencia es absurda e ininteligible y el diario vivir una despersonalizada aventura.

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