Exito de Cervantes

Exito de Cervantes

PEDRO GIL ITURBIDES
El gobierno de los estados unidos de México compró un millón cincuenta ejemplares de «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha». Nosotros acabamos de inaugurar la nueva versión de la Feria Nacional del Libro, y la dedicamos a Italia. Los mexicanos compraron estos ejemplares de esa obra para obsequiarla a los profesores de escuelas del sector público. El portavoz de la Presidencia federal mexicana, Rubén Aguilar, ha dicho que con ello se inscriben en el homenaje que se rinde en todo el mundo al ingenioso autor del libro, don Miguel de Cervantes Saavedra.

Lo cierto es que Cervantes tuvo éxito desde el primer día en que aparecieron unas copias manuscritas de la primera parte del Quijote. Pero como muchos otros intelectuales y artistas del pasado, tal éxito no se reflejó en sus vidas. Voluntad indomable, la del autor del Quijote lo llevó a las andanzas por la propia España, y aún fuera de ella. De las mismas devino la pérdida de una mano, en la batalla de Lepanto, ganada por los españoles.

La época del nacimiento del personaje y de su ayudante de campo, Sancho Panza, fue época de mecenas y filántropos. De ahí que sin suerte dedicase la edición original al Duque de Béjar, cuyo título ha merecido en estos siglos una nombradía a la que no contribuyó. De todas maneras, el autor no necesitó ese apoyo para que su obra se difundiera y fuera conocida.

Fue la rápida difusión del libro, que hacia 1605 fue reeditado en cinco ocasiones, lo que hizo que Cervantes siguiera escribiendo. Por eso contemplamos que don Quijote regresa a su pueblo en una primera ocasión, pero retorna más tarde a las andadas. Este primer retorno es el epílogo del libro original. La posterior salida es más que de don Quijote, del escritor.

A través del relanzamiento de su personaje buscaba salir de sus innúmeros problemas personales.

Cervantes fue una vida en pena. Parte de un cuadro familiar en que pululaban siete hermanos, conoció la pobreza desde la infancia. Tal vez porque sus padres huían de ésta, imprimieron en el hombre que habría de ser el escritor, inclinación a la aventura. Porque los continuos desplazamientos de localidad hicieron que Miguel sintiese pasión por las mudanzas y los ambientes renovados.

Cuando cerró los ojos el 23 de abril de 1616, tenía lista la edición de otra de sus obras, menos conocida y celebrada, «Los trabajos de Persiles y Segismunda». Pero también circulaba con el mismo éxito que el alcanzado por la primera parte, su ya desde entonces famoso Quijote. Enfrentó a los plagiarios y piratas de muy diversos modos, uno de ellos desde las páginas de su libro.

Pero no pudo enfrentar los tormentos provistos por su destino. Por eso quizá contemplamos que mientras el Presidente Vicente Fox ordena comprar el Quijote para los profesores de su país, nosotros dedicamos la Feria del Libro a Italia. Y a nuestra eximia poetisa, y amiga mía, doña Aida Cartagena Portalatín, hace tiempo fallecida, hermana de mi amigo Antonio, hace poco ido a los brazos del Señor.

Porque el éxito de Cervantes tuvo esas mismas características en los días de su vida. El Quijote se difundió rápidamente, pero las deudas y otros apremios emocionales no dejaron en paz a su autor. Y aunque procurado el libro, debió Cervantes pelearse contra quienes aprovechaban su fama y de otros modos reproducían al personaje. Su éxito, enorme, no sirvió para  cubrir sus cuitas. Murió, pues, pobre y olvidado, en día como el sábado que viene, dedicado desde hace años, al fomento de los libros y la lectura.

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