Expectativas electorales de hoy y mañana

Expectativas electorales de hoy y mañana

Después de 34 años dando seguimiento a los procesos electorales dominicanos, de 17 años consecutivos hablando de ellos en la televisión y de 11 años dando mi tiempo a la promoción de la democracia a través del movimiento Participación Ciudadana, creo que tengo derecho a tener algunas expectativas de cara a las elecciones de hoy y más aún, a las del futuro.

Por encima de todo estoy seguro que la inmensa mayoría de nuestro pueblo ejercerá de nuevo el sufragio en orden, con paciencia y responsabilidad, evadiendo las garatas, confrontaciones e impertinencias que militantes y fanáticos de todos los signos políticos llevan hasta las urnas mismas.

Confío en que el avanzado sistema organizativo electoral dominicano no podrá ser vulnerado por los tramposos de ahora y de siempre, también lamentablemente ubicados en todos los estamentos políticos, aunque algunos tienen mala memoria y solo ven la paja en el ojo ajeno.

Tengo la esperanza de que los responsables del arbitraje electoral cumplirán sus deberes sin titubeos, sin mayor fidelidad que la de la voluntad de nuestro pueblo, acopiando energías espirituales suficientes para rechazar todo género de coacción y presión, que podrían provenir del poder y de quienes se sienten en desventajas, como siempre.

Espero también que aquellos que se sienten victoriosos se armen del sentido común y el tacto político necesarios para hacer suave esta nueva prueba para el proceso democrático dominicano.

El liderazgo político nacional, en su conjunto, está desafiado a actuar con la madurez y la responsabilidad que demanda la fidelidad de nuestro pueblo a las consultas democráticas. La inmensa mayoría siempre cumple con el orden y la limpieza. Quienes ponen los ingredientes del desasosiego y los intentos de arrebatos son los dirigentes políticos.

El pueblo, por propia experiencia, sabe que a las elecciones, como a todas las competencias, se va a ganar o perder. Una buena parte del liderazgo político, en cambio, acostumbrado al disfrute de bienes y riquezas no ganados, no concibe la idea del tropiezo y el sudor.

Para hoy espero una reafirmación de los avances logrados en las últimas 5 elecciones nacionales, a partir de 1996, tras el inmenso trauma de 1994, cuando el arrebato, la complicidad con el despojo y los prejuicios raciales y sociales predominaron sobre la razón y la voluntad mayoritaria.

Porque contrario a lo que piensa algunos, me cuento entre quienes creen firmemente que esas últimas 5 elecciones han registrado avances extraordinarios para el proceso democrático dominicano, que como el de cualquier otra nación, no asciende por elevador, sino por escaleras.

Es cierto que en los comicios del 2002 hubo algunos «palitos» y otras irregularidades que debemos combatir. Como en 1996, en el 98 y el 2000 hubo compras de cédulas. Para la segunda vuelta del 96 el presidente Balaguer llevó de nuevo a la jefatura policial al general Pérez y Pérez, bajo cuyas sabias orientaciones fueron arrebatadas miles de cédulas de humildes ciudadanos. Pese a ello ese certamen fue un gran avance y se le ha considerado libre y transparente.

En los comicios de 1998 y el 2000 se pintaron del color gobernante hasta las piedras de las montañas y los puentes de las carreteras, los camiones del Inespre y, como ahora, el presidente de turno recorrió el país en campaña con todo el aparato del Estado y, como ahora, se gastó una fortuna pública en el pago de activistas y actividades políticas y en la repartición de vehículos, zinc y madera. Aún así la democracia registró avances.

Tenemos que condenar y combatir esos comportamientos antidemocráticos pero sin hipocresías ni acomodamientos coyunturales. También sin dejarnos frustrar por la persistencia con que se repiten y por el hecho de que los denunciantes de ayer sean los practicantes de hoy y viceversa.

Definitivamente espero ver el día en que no necesitemos redes de observadores nacionales ni delegaciones de observadores internacionales para nuestros comicios. Que nadie tenga que venir a recordarnos las reglas del juego democrático ni a amenazarnos con el aislamiento o la cuarentena.

Hace tiempo que anhelo el día en que los jerarcas eclesiásticos concentren sus energías en la misión que escogieron y no tengan que promover mediaciones ni sustituir instancias estatales para evitar que estallen las confrontaciones.

Ciertamente espero ser testigo de procesos electorales sin sobresaltos ni intentos de arrebatos, sin campañas sucias ni abuso de los recursos estatales, sin recursos sucios ni marrullerías. Pero estoy claro que para lograrlo todavía tenemos que trabajar mucho, no sólo en las instancias partidarias, sino en el seno de la sociedad para engendrar y afianzar la cultura democrática.

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