Expedición de Luperón: una audaz misión insurreccional

Expedición de Luperón: una audaz misión insurreccional

Confundidos por la oscuridad y la confusión reinantes, Hugo Kunhardt y Alberto Ramírez se dispararon uno al otro. Ramírez expiró con el nombre de su madre entre los labios. A cinco metros de él estaba Kundhart al que alcanzaron dos balazos. Los acomodaron en el hidroavión “Catalina PBY” que había acuatizado a las 7:00 de la noche en la bahía de Luperón el domingo 19 de junio de 1949.

Alfonso Leiton, costarricense, fue ultimado por un francotirador. Salvador Reyes Valdez introdujo muertos y herido en la nave, pero un guardacostas de la Marina Dominicana abrió fuego y los tanques de combustible del hidroavión estallaron. “En segundos, el Catalina era una inmensa hoguera”. Las llamas lo devoraron.

Se trata de mártires de la expedición de Luperón que llegaron en “audaz misión insurreccional” contra Trujillo. El propósito era apoderarse de la oficina de correo y telégrafos o destruir sus equipos y desembarcar el material de guerra con fines de “utilizar a la gente de la localidad para abreviar la labor”.

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Eran apenas 15 hombres contra todas las fuerzas militares y policiales de la tiranía. Solo pretendían “promover una rebelión popular”.

Creían tener todo calculado. Contaban con la promesa de integrantes de un frente interno que no se presentaron. Además, el régimen sabía del desembarco. Eran esperados desde que salieron del lago Izabal en plena jungla guatemalteca.

Horacio Julio Ornes, que estuvo al mando, expresa que “todo fue previsto, menos la tragedia”. Fue uno de los sobrevivientes junto a los también dominicanos Tulio H. Arvelo, José Rolando Martínez Bonilla, Miguel Feliú Arzeno y José Félix Córdoba Boniche, nicaragüense. Siete años después del fracaso, en 1956, Ornes contó esta experiencia en el libro “Desembarco en Luperón”. Estaba vigente la dictadura. Pero él había vuelto al exilio.

Esa noche, sabiéndose perseguidos, se internaron en el monte, aunque el desconocimiento del lugar y la poca visibilidad los expuso hambrientos, sedientos, enfermos, como el mismo comandante al que debían cargar afectado de fuerte neumonía. Campesinos revelaron su ubicación.

Fueron “perseguidos con saña” por las fuerzas armadas de Trujillo, que los apresó. El jefe de un pelotón decidió entregarlos, las manos amarradas hacia atrás con pencas de palma con las que también apretaron sus pantalones para que no se les cayeran porque la guardia les quitó hasta sus correas.

El síndico de Luperón rodeado de hombres armados se les presentó. Luego los héroes fueran interrogados por Trujillo, en la fortaleza San Luis de Santiago donde en principio durmieron en el piso desnudo, arrojados como basura.

Su siguiente destino fue la Torre del Homenaje de Ciudad Trujillo en la que “vivieron” en zozobra hasta 1950 cuando firmaron un acta comprometiéndose “a no incurrir en violencia para derrocar al gobierno”.
Sus otros hermanos de lucha, los dominicanos Federico Horacio Henríquez Vásquez (Gugú) y Manuel Calderón Salcedo, y Alejandro Selva, nicaragüense, así como los miembros de la tripulación, John M. Chewing, Habet Joseph Maroot y George Raymond Scruggs, de Miami, Florida, fueron asesinados, a pesar de haberse rendido. Salvador Reyes Valdez era de origen domínico-puertorriqueño.

Condenados

El ocho de agosto de 1949 fueron “condenados” a 30 años de trabajos públicos, pero les dijeron que “en un gesto de magnanimidad” los indultarían. Ellos tendrían que alabar al dictador por el detalle. Las comparecencias a los tribunales en incómodos camiones fueron reiteradas. El aislamiento los consumía.

El tirano usó en la persecución a sabuesos entrenados en Estados Unidos por Lewis Proudfoot quien ubicó a los revolucionarios por el temblor de sus perros.

Su misión había concluido. Amarró a sus perros y se retiró mientras soldados trujillistas disparaban a los patriotas, “llevando estos la peor parte… No sé a ciencia cierta lo qué les ocurrió pero me sorprendería saber que murieron de vejez”, escribió.

Ornes le contestó: “No se sorprenda, ya que los perseguidos por sus sabuesos murieron todos, pegados con valentía a la tierra que querían libertar para proporcionar a sus habitantes condiciones de vida más humanas”.

La calle

El 19 de junio de 1963, el Ayuntamiento del Distrito Nacional inauguró con el nombre de Héroes de Luperón la calle “D” y la tarja conmemorativa “que en honor de los héroes de la gesta inmortal del 19 de junio de 1949 dispuso levantar en el Centro de los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo”. En el acto habló Manuel Calderón Hernández, padre del héroe de Luperón Manuel Calderón Salcedo.

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