Experto se opone a que amplíen Malecón para mejorar tránsito

Experto se opone a que amplíen Malecón para mejorar tránsito

Al parecer, a alguien se le ha ocurrido por ahí la idea de que es viable la ampliación del ancho del Malecón para dar cabida a un tráfico mayor y supuestamente organizarlo.

A pesar de que no he tenido modo de verificar que esa ocurrencia  sea totalmente cierta, es bueno adelantarse a esas hipotéticas intenciones y vamos a suponer, por vía especulativa, que esas filtraciones que nos han llegado son consecuencia  de  hechos reales y concretos.

Este tipo de proyecto, que toca la identidad y la savia vital  de toda la  ciudad capital, estaría necesariamente llamado a ser socializado y discutido con toda la población, sobre todo cuando esto envuelve grandes cifras que serán eventualmente pagadas por nuestros descendientes.  

¿Acaso se ignora que esa ampliación –hasta ahora hipotética- es la peor alternativa para dar solución al tráfico caótico y promiscuo que se ha cimentado en esa otrora tranquila y apacible vía? 

¿Acaso se ignora que ese arrollador tránsito de vehículos pesados, con camiones articulados de dos furgones o tanques de combustibles o bebidas o materiales de construcción y hasta enormes barras de hierro para fundición que pesan toneladas, es el producto de la conexión impropia del Puerto Multimodal con el Cibao o de la fuente de agregados de San Cristóbal y del producto de grandes industrias hacia el este de la ciudad y del país?

¿Se ignora que existen alternativas realmente válidas como lo es el de una vía tangencial por el norte de la zona metropolitana que pueda unir  la Autopista de las Américas, en algún punto cerca de las inmediaciones de la entrada a la nueva carretera hacia Samaná, con la carretera Duarte, más allá de Los Alcarrizos, con una variante desde Los Alcarrizos hacia San Cristóbal-Haina?

Se verá que por allí el recorrido tendría una longitud menor de unos seis kilómetros a la del recorrido que hacen esos enormes vehículos por el Malecón, con el mérito de que por el norte sería mucho más fluido y muchísimo menos peligroso, amén de que se restituiría a esa franja marítima su tradicional carácter de vía de tráfico ligero lento y de esparcimiento ciudadano. El aumento de unos pocos kilómetros, que tendrían que hacer los camiones que transitan desde  Haina-San Cristóbal hacia el este (que son los menos) sería una ligera carga de costos para la ciudadanía pero el sacrificio bien vale la pena, por seguridad y fluidez de tráfico y para restablecer la armonía de la zona urbana adyacente al Malecón sin tener que hacer gastos  gigantescos y contraproducentes. 

Quisiera pensar que eso que se ha filtrado sea toda una equivocación y, para que esa duda sea despejada, ese “alguien” debería explicar qué es lo que se quiere hacer en ese sentido con el supuesto soporte de una empresa foránea ya firmemente establecida en el país.  Que conste, creo en la libre competencia y no soy xenófobo ni nada que se le parezca, pero considero que la fórmula de los contratos “llave en mano” que ampararía esta  infeliz iniciativa representa una manera muy desleal de exportar servicios de parte de los países ricos, comparable a los subsidios que esos países dan a la producción agrícola exportable a daño de los productores de los países menos ricos. 

¿Las empresas criollas no se sienten perjudicadas?   Hay que recordar la ferocidad con que se combatió desde los países más grandes a aquel prospectado Banco Latinoamericano de la Industria de la Construcción que se intentó poner en marcha para darle soporte a la competitividad a las empresas constructoras de los países más pequeños que querían postular, a paridad de oportunidades, en las licitaciones de contratos “llave en mano” en nuestro continente y fuera de él.  Viví en primera persona, como miembro del Comité Gestor, aquello que se demostraría posteriormente como una “quijotada”, al inicio de la década de los ochenta en que personalidades de visión continental como el arquitecto Fernando Belaunde Terry e instituciones como la Federación Interamericana de la Industria de la Construcción (FIIC), la Asociación Latinoamericana de Instituciones de  Desarrollo (ALIDE), bancos multilaterales de desarrollo y otros propiciaban y nos apoyaban en la idea, desde las altas funciones de la presidencia, cargando finalmente con la frustración que conllevó aquella posición agresiva de los países más ricos y más grandes, con la cual buscaron y lograron impedir competencias nuevas desde nuestros países más pequeños, eventualmente agrupados, para esas obras de envergadura donde el financiamiento y la tecnología de los países más ricos sirven de excusas para las peores barbaridades en esa modalidad perversa de contratación en los países pobremente organizados.

La sensatez obligaría a despejar estas inquietudes y dejar que la población exprese sus pareceres, sobre todo los profesionales de la ciencia urbanística, de la planificación territorial y de la ingeniería de tráfico, tanto nacionales como extranjeros, para elegir la mejor solución a ese enorme problema.

“Planificar” ignorando las expectativas de la población muchas veces se escuda en la supuesta necesidad del mal llamado “fast track” como proceso empresarial de construcción acelerada. Se requiere más claridad, más trasparencia, “mehr litch” como dijo Goethe en un momento determinado.

 Ojalá esté equivocado y que esas voces sean el fruto de fantasías. 

La clave

Despejar inquietudes

La sensatez obligaría a despejar estas inquietudes y dejar que la población exprese sus pareceres al respecto, sobre todo los profesionales de la ciencia urbanística, de la planificación territorial y de la ingeniería de tráfico, tanto nacionales como extranjeros, para elegir la mejor solución a ese enorme problema.

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