Expertos analizan  incidencia de la música en niveles de violencia

Expertos analizan  incidencia de la música en niveles de violencia

El psiquiatra Secundino Palacios consideró que ritmos como el Dembow, el Reguetón y la Bachata no se pueden desvincular de los altos niveles de violencia que se registran en la sociedad dominicana, e inclusive, en la alta tasa de feminicidios.

Su punto de partida  es este: el ser humano actúa tomando en cuenta  las informaciones que tiene en su cerebro.

Y lo que hay en el cerebro de quienes escuchan estos ritmos, sobre todo el Dembow y el Reguetón, dice, “son frases que  hablan de matar, de darle duro, de darle pa bajo, de que es una puta o una perra, ese es el  pensamiento de quienes promueven o disfrutan de esos ritmos”.

Y  eso, según sus planteamientos, no  induce al amor, a la solidaridad, al buen vivir, a la paz, al trabajo, al esfuerzo, a la planificación.

“Por el contrario, induce a la extravagancia, al pantaloncillo en el cuello, al pantalón en las rodillas, a un descuido en la higiene personal y eso no puede ser, los símbolos de referencia de la construcción humana, y el adolescente es un ser que anda buscando referentes e  identidades”.

Palacios, quien ofreció sus declaraciones en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio, se refirió a la Bachata en términos más generales para vincularla con el estilo de vida que, según sus juicios,  impera en este momento en el país.

 “Creo que los niveles de bachatización de la sociedad dominicana son grotescos, y uso el término porque la sociedad dominicana está imbuida en muchos niveles de la bachata, en lo estrambótico, en el ruido, incluyendo muchos pseudos famosos que generan ruido como mecanismo de promoción.

“No he visto todavía un concierto de Joan Manuel  Serrat en Viñas del Mar, Chile, que termine a botellazos y tiros, ni un evento en la Sala Ravelo del Teatro Nacional que termine a bombazos”.

Visiones  distintas.  El psiquiatra César Mella tiene una visión un tanto distinta con relación a la violencia y los contenidos de ciertos géneros musicales.

“Hay  jóvenes que no están preparados para descodificar los mensajes inductores, porque estos en ocasiones reivindican la muerte como un acto heróico, satánico o celestial.

“Salvo el tema de la Bachata y el amargue, que tiene mensajes  melancólicos y de desamor, la música dominicana, sobre todo el merengue y el bolero, son pro esperanza y pro amor.

No se puede establecer que la música tiene una variable en el índice, por ejemplo, de los suicidios, refirió.

“Una gran cantidad de las expresiones populares les cantan más al amor que al desamor, pero no creo que en general la expresión general de la música dominicana incentiva el suicidio, aunque hay muchos textos violentos, el Rap es retador, no conciliador”.

El también psiquiatra Carlos de los Ángeles presentó otros argumentos.

“¿Por qué no pensar que la letra procede de algo que ya existe en el hombre y en la sociedad, y no que producen ciertas conductas en los individuos?”.

“La  enfermedad no está en la sábana”.

Sugiere más controles.  Los especialistas también tocaron un tema de interés para las familias: la nocturnidad de los jóvenes, es decir, la diversión sin control hasta la madrugada.

 En tal sentido, el psiquiatra Pedro Pablo Paredes planteó que uno de los mayores problemas con los que tienen que lidiar las familias es la nocturnidad de sus hijos adolescentes.

La presencia de los jóvenes en las calles, sin control ninguno, precisó, provoca graves situaciones incluyendo el consumo de sustancias prohibidas y actos delictivos.

“Por eso volvemos de nuevo a la educación y a los medios de comunicación, porque hay que insistir en que las calles, después de ciertas horas, no tienen nada que ofrecer a los jóvenes, y los padres deben volver a hacer conciencia de esto”.

Sobre el particular, Palacios destacó que en un segmento importante de la clase media del país se vive una burbuja delirante porque los límites en el gasto, en el consumo, en el exhibicionismo y en muchas otras cosas se van extendiendo y  llegan a perder el control de sus propios hijos.   “No saben con quiénes se juntan, ni qué cosas hacen en las noches, y esto da lugar a fenómenos que vemos en distintas arterias comerciales, como la Abraham Lincoln con sus corridas de carros.

Ahí, dijo, no hay problemáticas de marginalidad, sino un deterioro terrible de su estructura familiar, porque los padres creen que existe, fuera del hogar, otro lugar para construir la familia y sus valores.

“El ser humano tiene que seguirse construyendo en un hogar, el padre tiene que jugar su rol de padre y la madre el que le corresponde, y hay una sociedad que tiene normas y  un Estado que las rige y las hace cumplir”, destacó.

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Cuidar información

Los expertos en la conducta humana, que asistieron al Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio para analizar los factores que inciden en la violencia que se registra en el país,  sobre todo en el asesinato de mujeres de parte de sus parejas o exparejas, coincidieron en que los medios de comunicación deberían moderar, no ocultar, las informaciones de ese tipo que difunden, para evitar que se produzca un efecto cascada o de repetición.

Un caso preciso

Sobre ese aspecto,  dijeron  que en vez de destacar al victimario, no importa si es cantante, actor, empresario, legislador jugador de béisbol, lo que se debe resaltar es el daño que la acción que comete  provoca en las víctimas.

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