“Cuando tenía 11 años fui acosada por el esposo de mi tía. Nadie me creyó. El me agarraba los senos, me agarraba la vulva y me amenazaba que me iba a mochar la lengua si hablaba. Yo quise explicarle a ella lo que estaba pasando y me sacó de la casa. Encontré refugio en una amiga que era prostituta. Ella fue vendida a un cabaret en Santiago y allí fui yo a parar”.
Este relato se extrae del estudio sobre trata interna realizado para OBMICA (2019). Muchos otros estudios que se han realizado en el país sobre el tema muestran la estrecha relación entre abuso y explotación sexual. La joven del relato fue víctima de abuso sexual por su tío frecuentemente. A pesar de que trató de enfrentar el abuso informándole a su tía, ella no le creyó y por el contrario la expulsa del hogar desprotegiéndola y exponiéndola al riesgo de ser víctima de explotación sexual a través de amigas y familiares.
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La ausencia de una relación de confianza en las familias hacia niños, niñas y adolescentes provoca su desprotección y su permanencia en círculos de abuso y explotación sexual.
En el citado estudio encontramos muchos casos de mujeres, niñas y adolescentes que son vendidas por hermanos, padres, tías, hermanas y otros familiares para explotación sexual.
La explotación sexual tiene raíces profundas en nuestra sociedad. La ausencia del respeto y desconocimiento de la población infantil como sujeto de derechos al interior de las familias es una de ellas junto a la identificación de su cuerpo como objeto sexual con permiso a ser objeto de transacción económica.
Muchos escenarios familiares están lejos de ser un espacio de protección, por el contrario, reproducen la violencia social, el abuso y explotación sexual.
Además de la familia se encuentra en el citado estudio a los grupos de pares, amigas, amigos, parejas y espacios laborales como canal de conexión con redes de trata para explotación sexual.
La protección de la niñez y la adolescencia no puede considerarse como una tarea exclusiva de las familias, es una tarea del Estado y todas sus instancias, así como también de la sociedad civil y las comunidades.
La erradicación de estas prácticas de abuso y explotación sexual presentes de manera invisible en nuestra sociedad debe estar acompañada de acciones dirigidas a la generación de cambios en las familias desde la equidad de género y el respeto a los derechos de la niñez y adolescencia. Igualmente, en los patrones culturales que fomentan el machismo, su ejercicio de poder y apropiación del cuerpo de las niñas, adolescentes y mujeres.