Exponen «Signos convergentes»

Exponen «Signos convergentes»

Dió-genes Abreu -viviendo en Nueva York-, José Castillo, Radhamés Mejía, Inés Tolentino -viviendo en París- demuestran con dibujos, pinturas, esculturas e instalaciones, la originalidad y la fuerza de sus obras respectivas

MARIANNE DE TOLENTINO

La exposición «Signos Convergentes», que se inauguró recientemente en la galería de la Embajada de Francia, amerita una atención especial. Bien distribuida entre los  expositores, ocupa las tres salas -dos en la primera planta, una en la segunda-, y su compleja museografía, realizada por los propios artistas, ha sabido destacar las obras en su individualidad y otorgarles un lugar equivalente. De hecho podría considerarse como cuatro pequeñas individuales por el número de obras exhibidas, pero la disposición de las piezas, que dialogan, es voluntariamente interactiva 

Es la primera muestra de artistas dominicanos que residen y trabajan en el exterior, presentada en ese recinto de la Calle las Damas, ya reconocido no sólo por pertenecer a la sede diplomática, sino por la calidad de sus exposiciones y los espacios amplios de los cuales dispone. Una vez más, el marco y los muros seculares se alían con el arte contemporáneo y sus diversas expresiones.

Artistas de la diáspora

Mencionaremos muy brevemente el concepto, tan empleado en cultura y a veces incorrectamente, de diáspora, que significaba originalmente esparcir semillas, y en el transcurso del tiempo ha variado en sus acepciones. Durante siglos, se refirió a la dispersión forzada de judíos, que se fijaron en nuevos territorios, fundando o no colonias, ejerciendo el comercio y mezclándose con los pobladores nativos. Hoy, la diáspora ya no se relaciona necesariamente con ninguna religión, raza o persecución. Implica globalmente el desplazamiento de mujeres y hombres, frecuentemente a gran distancia de la madre patria, que aun cuando se integran al país de elección, suelen conservar vínculos con sus orígenes, y particularmente en el aspecto cultural.   Así ellos reafirman identidades como recurso para mantener el sentido del hogar natal: simultáneamente incluirán los conocimientos, los sentimientos, los objetos, las prácticas, de sus orígenes, y también los de su nuevo ámbito de vida. Ese encuentro y compenetración entre culturas corresponde perfectamente a los expositores de «Signos convergentes», a lo que ellos presentan, a lo que ellos representan. En sus casos, ha sido una simbiosis entre Santo Domingo y París para José Castillo, Radhamés Mejía e Inés Tolentino, entre Santo Domingo y Nueva York para Dió-genes (ortografía elegida por él) Abreu. Los cuatro artistas poseen une alta formación profesional, que iniciaron en República Dominicana y que continuaron, a nivel de profundización o especialidad, en sus nuevos marcos de vida. .

Ya, sin haber pensado siquiera en el título de la muestra, «Signos convergentes», nos hemos referido a las convergencias existentes entre los cuatro artistas, que además son todos polivalentes, manejando dibujo, pintura, técnicas mixtas, grabado, instalación – algo muy reciente para Inés Tolentino-. Ahora bien no debemos interpretar sus creaciones respectivas, como una sola expresión, convergente en forma y estilo. Todo lo contrario, podríamos hablar aquí de divergencias, pero en un sentido positivo, de diferencia, de independencia, de camino propio. Y es esta profusión creadora que incrementa el interés suscitado por la exposición, nunca repetitiva.

Expositores y obras

Dió-genes Abreu nos estremece con sus poderosos artefactos ensemblados, que parecen haber sido desterrados -más bien desenterrados-, tan oriundos de la prehistoria como de la historia del pueblo caribeno, su religiosidad mixta, sus mitos y su magia. No obstante la parafernalia de huesos, además de esa dimensión mágica y aun arqueológica transmiten la vida, evocando hasta los descubrimientos de esqueletos que resucitan especies y civilizaciones desaparecidos

Es un arte bruto, provocador y contundente que se funde con la íntima convicción y la profundidad intelectual del artista, sin descartar un humor rechinante. Creemos que la obra de Dió-genes debe aprehenderse tanto a partir de la personalidad del artista, como en ella misma.

José Castillo, a través de una figuración misteriosa de personalidad inconfundible, es un inventor de imágenes. Él libera gente y fauna de factura y armonías convencionales, juega con las proporciones y la perspectiva, barroquiza mundos pictóricos y ahora fotográficos -para nosotros una revelación a seguir-.

Sin embargo, en su universo fantástica, él asume una posición testimonial acerca de los maltratos raciales y la fuerza física y moral de los oprimidos. No le interesa un mensaje de esperanza, sino el hecho de la supervivencia.

 En cuanto a sus colores, altisonantes, ignotos aun, descartan el lirismo superficial y oscilan entre un nuevo fauvismo y una síntesis real-simbólica -el negro-. Quisiéramos ver más obras de él en Santo Domingo.

Radhamés Mejía no abandona caciques y chamanes, llegados de todas  latitudes desde la memoria milenaria, sello indeleble de su creación. El los  pone, propone e impone mediante una factura impecable y un control absoluto de los medios, pero sería un error interpretarlos como una reactivación del primitivismo.

Penetrando en la globalización ascendente, comunica a los objetos de la tecnología un valor iconográfico, y, en pieza tridimensional deja estallar una ira creadora, rompiendo con sus armonías sólidas  y sofisticadas. Curiosamente, la fila de objetos, cargados de intenciones, colocados en la parte inferior del cuadro, hace pensar en las predelas de los retablos y la importancia de elementos aparentemente secundarios.

Inés Tolentino demuestra la fuerza lancinante de una obra femenina indudablemente y reivindicadora de los abusos, lo que es un rasgo distintivo de la mejor plástica de nuestras mujeres artistas.

Nunca ha dejado  el compromiso intelectual y los mensajes, que varían según las etapas de la obra, desde la vida personal y colectiva. .

Hoy traspasa el umbral de su memoria pluricultural, e, inmersa en la violencia de la actualidad que ella interpreta insidiosa y punzantemente, postula que la delicadeza y el refinamiento de un dibujo extremadamente hábil pueden instrumentar, con la pizca de humor omnipresente, rabia e indignación.

El surgimiento de la instalación, consonante en ideología con los demás medios, trasmuta positivamente su léxico en una expresión tridimensional

Una frase de Dió-genes Abreu asume en palabras una convicción legible en todos estos «Signos convergentes»: «Así resolví la angustia interior, tuve que convencerme de que cada pieza está cargada de ese ir y venir de una patria a otra, de una cultura a otra, de una memoria a otra.»   El  catálogo de la muestra  fue  diseñado por Yamil Fued y lleva un ensayo magistral de Laura Gil.

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