El resultado de las exportaciones, en cuanto a flujos y estructura, han sido tradicionalmente vistas como un motor clave para el crecimiento económico de un país, especialmente para economías pequeñas (territorio, población…) como la República Dominicana. Por esto, es relevante atender el dinamismo de esta variable cuando establecemos metas cuantitativas de variación de las capacidades productivas medidas a través del producto interno bruto (PIB).
La teoría económica sugiere que una mayor apertura comercial y una expansión de las de la actividad exportadora pueden generar beneficios como el aumento de la productividad, la especialización, la generación de puestos de trabajo, la entrada de divisas, la necesidad de innovación y mejoras tecnológicas, acumulación de capital, etc. Sin embargo y de acuerdo con la literatura existente, el impacto de las exportaciones en el crecimiento no es homogéneo, no es un proceso lineal y depende de factores como el tamaño de las economías, la diversificación productiva, la capacidad de inserción en cadenas globales de valor, las políticas públicas de cada país, el funcionamiento de las instituciones, entre otras razones.
Cabe destacar que una alta dependencia de la demanda externa es muy riesgosa, generando vulnerabilidades a crisis internacionales y cambios globales cada vez más frecuentes en estos tiempos, por lo que las políticas de fomento a las exportaciones deben enfocar medidas para la diversificación de mercados y de productos. Esto de la mano de una eficiente gestión de riesgos nacionales e internacionales.
Estudios recientes han mostrado que el impacto de las exportaciones en el crecimiento económico en la región latinoamericana varía según la estructura productiva y la composición de dichas exportaciones (canasta exportadora). Mientras que países con una matriz exportadora diversificada han mostrado mayor resiliencia ante crisis globales, en tanto que aquellos dependientes de commodities han experimentado ciclos de auge y caída, congruente con el dinamismo del mercado de estos rubros.
En el caso de América Latina, países como México y Brasil (economías grandes) han tratado de fortalecer sus industrias manufactureras exportadoras, con distintos grados de éxito. Para esto la inserción en cadenas globales de valor ha sido clave, pero también ha generado importantes retos relacionados con la dependencia de insumos importados y la concentración de producción en sectores o productos de bajo valor agregado.
El caso específico de Chile se ha concentrado en las exportaciones basadas en recursos naturales y han puesto énfasis en una acelerada liberalización e implementación de múltiples acuerdos comerciales, liderando la exportación de cobre y de frutas y vino, destacándose también el salmón. Por otro lado, Costa Rica enfocó su estrategia en la captación de inversión extranjera para la manufactura avanzada y los servicios, atrayendo empresas como Intel, HP, Abbott, entre otras, con una robusta promoción internacional.
Para Colombia, podemos destacar el enfoque en la diversificación, más allá de petróleo y café. Ejemplos destacados en la agroindustria son las flores, aguacates y cacao, incluyendo una amplia promoción de manufactura y servicios tecnológicos. Mientras Perú ha enfocado en la transformación de materias primas en productos con mayor valor agregado, fortalecimiento de la gastronomía y la marca país.
El crecimiento económico basado en exportaciones (export led growth) es un enfoque relevante, pero en América Latina su éxito ha dependido de la diversificación productiva y la calidad de las exportaciones. Este modelo sostiene que las exportaciones fomentan el crecimiento económico a través del aumento de la demanda agregada, siendo muy relevante para economías pequeñas, en cuanto a territorio y número potencial de consumidores, donde el exportar logra extender y ampliar las posibilidades. Esto incluye llevar a mercados con diferentes niveles de poder adquisitivos, además de la posibilidad de extender el ciclo de vida del producto mediante las exportaciones.
Este modelo refiere que vía las ventas de bienes y servicios al exterior se potencia la eficiencia productiva y economías de escala por acceso a mercados internacionales, así como la transferencia de tecnología el apuntar a estándares internacionales en economías más avanzadas y con consumidores más exigentes. Igualmente el crecimiento de las exportaciones tiende a posicionar los países como potenciales atractivos para mayor inversión extranjera directa (IED) impulsada por el comercio.
No obstante, y más allá de aumentar el volumen de comercio y de promover exportaciones con mayor valor agregado, es determinante impulsar políticas que fomenten la industrialización y la innovación, cruzándose aquí los modelos de crecimiento endógeno. En este contexto, las exportaciones pueden ser una vía óptima.
Desde esta perspectiva la República Dominicana, así como otros países de la región latinoamericana tienen desafíos a los que debemos seguir prestando atención, para seguir creciendo con las exportaciones, entre ellos se evidencian:
- Continuar la diversificación de las exportaciones para depender menos de productos primarios y llevar los bienes y servicios a una mayor cantidad de destinos en el mundo, con la debida calidad.
- Seguir impulsando esfuerzos para una más acelerada industrialización con tecnologías más avanzadas y conectar con cadenas de valor relevantes por dotación de factores o por determinantes logísticos.
- Asegurar políticas públicas que potencien el desarrollo productivo de un modelo tendente a apoyarse en las exportaciones con inversión en educación, innovación y tecnología.
- Garantizar una diplomacia económica-comercial proactiva y enfocada en resultados, que asuma el cambio como una constante en el entorno actual internacional.
Es necesario destacar que, si bien la correlación entre exportaciones y PIB es alta en muchos estudios, la causalidad puede ser bidireccional, donde las exportaciones impulsan el PIB, según lo descrito en este artículo, mientras el crecimiento del PIB impulsa las exportaciones, ya que una economía en expansión puede aumentar sus capacidades productivas y la competitividad.