EXPOSICIÓN HOMENAJE A Tulio Quírico Lockward

EXPOSICIÓN HOMENAJE A Tulio Quírico Lockward

Quienes asistieron a la apertura de la exposición “Mystic Caribbean I”, animada por las obras y el recuerdo de Tulio Quírico, disfrutaron momentos distintos de la acostumbrada actividad de inauguración… No deberíamos decir “quienes asistieron”, sino “los que participaron”, pues tampoco era el público habitual de esos eventos, a menudo más sociales que culturales. Acudieron allí, movidos por el afecto y la admiración sincera, amigos y familiares de una personalidad radiante, de un creyente y creador extraordinario.

Cuando recibimos la noticia de la partida de Tulio Quírico Lockward, reaccionamos con el pesar de no haberle conocido más en su fructífera vida, y la memoria nos devolvió las horas maravillosas, transcurridas en su casa del Santo Domingo Este, un oasis de cultura y cariño, a la sombra de discotecas enormes y estrepitosas…Lo dice Alanna Lockward: “La casa era Tulio y Tulio era la casa.”
Fue entonces cuando supimos que él era pariente muy cercano de Alanna, y que esa gran profesional del arte –en méritos, ética y experiencia- iba a organizar un encuentro y una muestra de recuerdo presente. Ella iba a reunir testimonios proviniendo de aquel talento artístico, inmenso e insólito, que hubiera debido gozar de mayor fama y éxitos materiales, pero sobrevivió gracias a otro talento: el estilismo del recorte y peinado.
Testimonios in Memoriam. Fue en la Galería Bolos –amplia, diferente, plural en sus ofertas –. A este caserón secular de la Isabel La Católica, renovado en casa de arte y artesanía, Tulio Quirico confiaba hallazgos de su (buen) genio. ¡Se trata de una referencia incuestionable! El artista fabricaba tesoros de imaginación y ocurrencias, a partir de elementos, casi siempre viejos y descartados de su uso diario, a los cuales daba unasegunda vida, mucho más hermosa, curiosa, atractiva: ¡en ellos, él aliaba poesía, humor, inventiva y cuánta destreza!
Sin embargo, se mostraba muy celoso de sus obras; no es que ellas considerara como maestras o de un maestro, sino frutos del amor, el trabajo y la fe. Eran su “Trópico sagrado”… título que confirió a una exposición, impresionante y única, en la Alianza Francesa.
Pues Tulio Quírico era un hombre de fe, como bien lo expresó Alanna Lockward, y queremos citar algunas palabras del texto, aleccionador y sustancioso, que ella escribió: “Comenzó a viajar a Jamaica en los años 80, seducido por el reggae y terminó asumiendo la fe rastafari como propia, llegando incluso a aprender el idioma amhárico de los etíopes. Su obra sacra está impregnada por esta investigación, o mejor dicho por esa devoción investigativa por Haile Selassié. Cruces, mapas de África, simbología rastafari, leyendas en amhárico y retratos de Haile Selassié son unos de los púlpitos de donde predicó su fe.”
A través de las piezas de “su” arte sacro, realizado impecablemente en metales y maderas, recuperados, ennoblecidos, transformados, Tulio el devoto expresaba intensamente vitalidad, compromiso y sabiduría. Allí están algunas de esas obras religiosas, emocionantes siempre, que inconteniblemente manaban de su alma rastafari y de una sensibilidad extrema.
¿Quién no se sobrecoge ante aquella imaginería inspirada por las Santas Escrituras, sus jerarcas y oficiantes, y sobre todo ante aquellas cruces, fascinantes de armonía y refinamiento, en busca de la perfección divina hasta en mínimos detalles y ornamentación? Otro sujeto de fuerte emoción son los textos e inscripciones en amhárico, de gran calidad estética.
Tulio Quírico, autodidacta excepcional, había aprendido esta lengua con esmero, paciencia y entrega, para transmitir sus mensajes donde la caligrafía, delicada y firme, minuciosa y pulcra, forma parte del encantamiento. Nos había impresionado la transcripción del “Padre nuestro” en la Alianza Francesa. ¡Cuánto placer es volver a encontrar aquella oración suprema, vuelta “manuscrito”, precioso documento del amor transcendental palimpsesto dominicano.
Riqueza de las obras. Podríamos afirmar que prácticamente toda la producción artística de Tulio Quirico posee carácter de iconografía. Para él, ecologista por íntima convicción y adoración universal, todo el arte suyo es sagrado: imágenes de la Creación, de una Naturaleza –adrede ambas con mayúsculas-, sobrenatural por origen y esencia. Las flores y las frutas, la fauna y los reptiles (sobretodo) le motivan. Los trasciende, los transfigura, los convierte, en dos o tres dimensiones, según la inspiración.
Tulio hubiera podido ser un gran pintor, y tal vez son más grandes él y su legado, porque no aspiró a serlo… Vemos decenas de pequeños retratos, sueltos, casi bocetados, con ojos que miran. Esta galería de la fama, espontánea, anónima, es impresionante: leemos entusiasmo y fruición del trazo o de la pincelada.
Luego, hay un paisaje de techos, nocturno e iluminado desde el halo lunar, excelente en forma, ritmo y construcción, que curiosamente nos recordó a Daniel Henríquez. Pura coincidencia… pero la cantidad de fuentes y conocimientos de los cuales Tulio Quírico se adueñó -investigando y leyendo golosamente-, es tal que su producción, tan diversa, se convierte en síntesis y sincretismo artístico.
También “ejerció” la nueva escultura, ilimitado en sus materiales – pero reciclados-, ajeno a cualquier conmemoración, si no era la Gracia y la Gloria –de nuevo las mayúsculas se imponen-. Nadie, como él, se hubiera “fajado”, recortando pedacitos de cristal y encolándolos sobre un espejo, llevado al nivel de joya y alegoría, incluyendo un símbolo semítico.
No podríamos cerrar esta evocación, sin mencionar el performance, saludo, bendición y rito estremecedor, dedicado a Tulio Aquino Lockward, que presentó Geo Ripley, autoridad dominicana del africanismo además de artista formidable. !En su andar, en sus gestos, en sus manos, las raíces africanas de Tulio brotaron, cual árbol de la memoria agradecida!

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