Exposición: Kupka Visionario del Abstracionismo

Exposición: Kupka Visionario del Abstracionismo

La retrospectiva excepcional del Museo Grand Palais de París nos conduce a un viaje visual del artista Kupka Frantisek, sublime pionero de la abstracción, de origen checo, región de Bohemia, fallecido en París en 1957.
Su ubicación en el abstraccionismo se cumple paso a paso con el ritmo de quien busca la fuerza de una investigación, después de ser profundamente preparado por una formación romántica y simbolista. Sus cuerpos, sus figuras se convierten cada vez más en una imagen perturbada y opaca, manteniendo toda la fuerza del color tierno y violento a la vez. Es ahí donde se observa toda la energía de este hijo de la Bohemia. Kupka marca una personalidad, un temperamento visual que se traduce en su obra con momentos de profundos planteamientos hasta llegar al período “maquinista”.
Esta retrospectiva del Grand Palais brinda la oportunidad de analizar estos movimientos y encuentros del artista reuniendo unas 300 obras entre las que se incluyen: pinturas, grabados y dibujos, fotografías, libros ilustrados y películas. Como toda retrospectiva debe presentarse un contenido formal y razonado, el Comisario optó por organizar una trayectoria de cinco segmentos que corresponden a los momentos de su vida y de su cronología plástica.
El conjunto de las obras se logró a través de una cooperación entre el Centre Pompidou, la Národi Galería de Praga y el Ateneum Museo de Helsinki.
Kupka es para muchos conocedores de principios del siglo veinte un artista singular, erudito y libre pensador, dueño del movimiento en el color, con una inteligencia y una sensoriedad que sellan su obra de una suerte de vida en cuerpo y espíritu en ese inicio de siglo, que refleja todos los atrevimientos artísticos, cabalgando hacia todos los experimentos y fascinaciones dialécticas y esotéricas sin miedo, sediento de modernidad.
Su obra arranca con retratos de personajes parisinos, con una fuerza expresionista hasta alcanzar al final de su vida unas geometrías minimalistas cuya fuerza de la cromática inspiran movimiento y dirección.
El dibujo es la arquitectura de toda su obra, él mismo se representa en un carboncillo y tiza, desnudo, de espaldas como una estatua griega, arrodillado frente a un lago de la sierra, la cabeza asomada hacia el agua. Esta obra que data de 1899, es de una integridad sensual, y de erotismo genial. El público se concentra ante ella como ante una imagen mística y el caso es que se titula “Méditation”.
La representación del artista desnudo en varias de sus obras, responde a su pensamiento teosófico, que considera que el ser humano es un espíritu divino heredero del orden natural, y que busca la forma de volver al estado de Adán y Eva.
Kupka, Mondrían y kandisky, se apasionaron por estas teorías. Esta referencia es importante para analizar el conjunto de su obra, pues al descubrir la primeras salas nos damos cuenta que este artista nacido en Opocno, después de sus estudios en Praga, Viena y París, tiene una fuerza solar en sus colores, que el artista pudo alcanzar con toda su mística de adoración al sol. Sus vecinos de entonces, los hermanos Villon, en sus correspondencias informan que este “Iluminado” llegado de Bohemia, concentraba en sus puntos de luz toda su filosofía naturista y teofísica.
Nació en el seno de una familia modesta, lo que le obligó a trabajar desde joven como profesor de pintura y dibujo, siendo a la vez médium. Desde este referente podemos comprender con libertad toda su obra, sin tomar juicios o prejuicios, pero sí compenetrando todo el proceso espiritual que le otorgan a este artista características propias y singulares. Muchos dicen que siempre evitó el éxito y la posteridad, buscando e investigando a través de la obra una fuerza mística que le condujera a la abstracción. Los críticos y los intelectuales de las vanguardias de entonces veían en él a un “iluminado” a un uraño que luchaba constantemente por salir de la figuración como una pulsión esotérica en el arte.
Esa fuerza energética que surge ya en su primera obra abstracta de 1911, plantea también una dinámica que ofrece ritmo a través del color y de la línea circular o recta, hasta lograr una especie de cadencia que nos regala música. Es obvio que el artista quiso transmitir sonido e imagen. Él mismo lo expresó en el año 1913… Tanteo en la oscuridad, pero creo que puedo encontrar algo entre la vista y el sonido, y pudo producir una fuga en colores así como Bach lo hace con la música…
Esta confesión del artista es un regalo para quienes creemos en las transversalidades de los lenguajes estéticos; basta con abrir y cerrar los ojos frente a una obra de Kupka para oír a Bach, y todas las cadencias y rítmicas de Eric Satie. Basta con concentrarse en sus colores y tomarle sabor a sus rosados y verdes, porque justamente la obra visual tiene emanaciones que tocan los sentidos. Compartió con Francois Villon, el hermano de Marcel Duchamp, con quien mantuvo una amistad sostenida hasta 1950, y es a través de su correspondencia que se investigó el fondo de su personalidad. Kupka fue un trabajador incansable con una disciplina casi enfermiza, y una atrevimiento visionario en relación a los tiempos. La retrospectiva nos evidencia la fuerza de su abstracción, de los años 1920-1930, de formatos impresionantes con una resplandeciente factura poli crómica totalmente zambullida en los delirios del artista. Estamos frente a una arquitectura policromática, con efectos de materias de cauces, de explosiones, de luces encendidas, hasta llegar a una obra tela blanca, marcada por unas líneas negras. Esto sucedió en 1932 con el título “Pintura Abstracta”…

Kupka no se centró en ningún momento en el mercado de su obra, no le interesaba producir con el criterio de la venta. En su trayectoria intentó acercarse con el arte a lo más profundo de su pensamiento filosófico y espiritual, al margen de los movimientos intelectuales, siempre centrado en un punto de luz. Por eso tenemos esa iluminación en todas sus obras, esa clase de su propia genialidad.

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