En una lengua muerta no es posible añadir un sólo vocablo al conjunto de palabras que ya usaron sus escritores clásicos. Podemos clasificar los usos que daban a cada palabra, la gama de significados que arrastraban; también los giros lingüísticos utilizados por los hablantes mientras esa lengua pervivió. La muerte de una lengua es como una “disecación verbal”. Por supuesto, una lengua que muere, puede parir otra que le suceda; las lenguas romances son todas “hijas naturales” del latín moribundo. El griego de la época de Platón es parecido a un árbol petrificado. Ideológica y sentimentalmente fallecidos, el griego y el latín fueron caldos de cultivo en los que florecieron numerosas “bacterias idiomáticas”.
El hebreo es un caso único; después de haber muerto, resucitó. Los judíos perdieron su Estado, su territorio y su lengua. Durante siglos, los antiguos habitantes de Judea y Galilea, fueron anfitriones de otras naciones que hablaban lenguas distintas de la suya. La historia del renacimiento del hebreo actual es una prodigiosa epopeya que volvió a unir a los judíos dispersos por el mundo entero. La gente, al vivir, trabajar, sufrir o amar, expresa con nuevas palabras los problemas que confronta. El hebreo contemporáneo constituye un repertorio de vocablos mucho mayor que el contenido en el Antiguo Testamento. Al árbol viejo se agregó el follaje nuevo.
Lo que ocurre con palabras sueltas, sucede con las oraciones características de cada lengua. También mueren las llamadas “expresiones idiomáticas”. En las lenguas vivas, las nuevas palabras, expresiones decidoras y graciosas -vulgares o poéticas-surgen como de un manantial inagotable. Oír hablar a la gente común es una experiencia enriquecedora para periodistas, escritores, poetas, antropólogos. En la calle, en el tren, en el supermercado, oímos frases hermosas, ingeniosas o penetrantes, que fluyen espontáneamente en cualquier lengua viva.
En el corredor de un centro comercial lleno de tiendas, vi una joven que llevaba un pantalón cortísimo, ajustado al cuerpo como si fuera confeccionado con tela elástica. Dos jovencitos vestidos con “bluejeans” y “t-shirts”, iban detrás de la muchacha mirando con fruición dos hermosas piernas y su “rítmico andar”. Uno preguntó al compañero: ¿Qué me dices de ese pantaloncito? –Realmente, ella salió hoy con un “panty de calle”. (2014).