“Me he sentido muy interesado en estudiar a los extranjeros que nos ayudaron en los procesos de nuestra independencia porque me pareció raro que se solidarizaran con nosotros cuando pudieron haber sido aliados del estatus quo, es decir, del dominio haitiano”.
El historiador Wenceslao Vega Boyrie hizo la consideración al explicar las razones que lo impulsaron a escribir “Los extranjeros en la Independencia”, luego “Los extranjeros en la Independencia y la Restauración” porque se percató de que “muchos de ellos también participaron en la vida política de la República y hasta en las guerras de la Anexión y en la Restauración”. El trabajo aún está inédito.
Es un tema pionero en la historia nacional que Vega pensaba resultaría sencillo pero se encontró con que la información está dispersa y “es hasta contradictoria, por lo que lo llevo con más lentitud para que sea lo más exacto posible”.
Seleccionó 20 personajes: Rafael María Baralt, Juan Bautista Cambiaso, Juan Carlos Fagalde, León Alejandro Joubert, Juan Bautista Maggiolo, Alejo Justo Chanlatte, Alfredo Deetjen, Pedro Eduardo Dubocq, Manuel Barón Durocher, Francisco Xavier Fauleau, Furcy Fondeur, Teodoro Stanley Heneken, José María Imbert, Achille Michel, Emile Parmentier, Juan Everst, Antonio Pelletier, Pedro Prud-Homme, Lucas Gibbes y Gaspar Hernández.
Son principalmente franceses, pero incluye también ingleses, italianos, franco-haitianos. Wenceslao define sus actuaciones, escribe sus biografías y refleja admiración especial por algunos.
De esta lista han merecido el reconocimiento de calles con sus nombres, Baralt, Cambiaso, Maggiolo, Deetjen, Dubocq, Fondeur, Heneken, Imbert, Michel y Gaspar Hernández, no todas en la capital. Los demás son anónimos, desconocidos, olvidados.
El abogado y escritor, miembro de la Academia Dominicana de la Historia, considera que el solo hecho de haber venido “a este país tan pobre, tan (poco) desarrollado, sin muchas oportunidades de progreso, pudiendo ir a otros sitios”, los hace dignos de homenajes.
“Esa circunstancia se explica porque hay un interés “patriótico” en resaltar a los nativos y a no aparentar que nuestra Independencia la hicieron también otros o aportaron mucho a ella”, agregó Vega Boyrie.
Mostró su desacuerdo con las denominaciones que se han dado a grandes avenidas que rinden honor a forasteros que no aportaron nada, “pero sería impolítico cambiar esos nombres ahora. Lo que hay que hacer es que las nuevas y grandes vías sí honren a nuestros patriotas y a extranjeros con mérito”.
Propone el reconocido ex luchador antitrujillista que se escriba sobre estos próceres foráneos, como lo ha hecho él, “y que se incluyan entre los héroes de nuestras Independencia y Restauración”.
A su juicio, el pueblo llano no los conoce debido a que en los textos de historia que se estudian en colegios y escuelas “son poco mencionados, por lo que me gustaría que sus aportes sean reconocidos designando con sus nombres calles, avenidas, escuelas, bibliotecas o esculpiendo sus bustos”.
De los personajes estudiados por Wenceslao Vega, quien además de sus investigaciones en el país cursó un doctorado en historia en Sevilla, uno de los que más le impresionaron fue José María Imbert, “porque siendo funcionario del gobierno haitiano, alcalde de Moca, se alió desde el primer momento a la causa independentista” y además, “por su gran experiencia militar, fue el organizador de la defensa en la batalla del 30 de marzo y después, precisamente por su ascendencia francesa, fue acusado de favorecer al protectorado francés, lo cual él refutó con mucho énfasis”, asevera.
Imbert, sin embargo, no tiene una gran calle en Santo Domingo. Es en Santiago donde ha recibido el tributo de una avenida y un parque que lo recuerdan. Un municipio de la provincia de Puerto Plata fue bautizado Imbert. En Santo Domingo se bautizó con su apellido un callejón.
“Pudiera corregirse y darle el nombre de Imbert a una avenida importante”.
A Wenceslao, quien trata parte del tema en su libro “La mediación extranjera en las guerras dominicanas de Independencia 1849-1856”, le atrajo, además el italiano Cambiaso, cuyas dotes de marino aprovechó el primer gobierno dominicano para armar una flotilla que hostilizó las tropas haitianas procedentes del Sur, desde donde venían a combatir en Santo Domingo, explica, “y él fue tan osado que atacó puertos y navíos haitianos en el sur de Haití con lo que, efectivamente, destruyó la Marina de Guerra Haitiana”.
Baralt, a quien dedica una de las semblanzas más extensas, “era venezolano, hijo de dominicana, sumamente culto y de importantes relaciones en España, siendo el primer latinoamericano electo en la Real Academia Española”.
Agrega que “Santana lo escogió para una misión a Madrid en busca de reconocimiento a nuestro país y aunque no se logró de inmediato, fue un importante hito y posteriormente sí se firmó un tratado (1855), gracias a sus esfuerzos”.
Dice que le causa admiración porque “siendo venezolano simpatizó con la causa dominicana y dejó su país para apoyar nuestra independencia”.
Del inglés Heneken cuenta que residía en Haití y poseía negocios en la parte dominicana de la isla. “Simpatizó con el proceso independentista y daba informaciones a los patriotas sobre los planes haitianos. Tras la Independencia, añade, se esforzó en convencer al gobierno británico de que se reconociera la Independencia y tuvo éxito cuando en 1849 nombraron un cónsul británico, Schomburgk, que luego culminó en el primer tratado que nuestro país logró con una potencia extranjera”.
Y en torno a Furcy Fondeur, otro de los que admira, expresa que “enfrentó tropas haitianas el 30 de marzo de 1844. Fue de los que firmó el acta de Restauración de 1863 y se mantuvo pro-dominicano todo el tiempo”.
“Robert Schomburgk”. Wenceslao tiene el proyecto de escribir una biografía dominicana de Robert Schomburgk, con documentos que localizó en Londres.
“Como todo europeo, no simpatizaba con los negros y veía la guerra dominicana de independencia con un sesgo racial. Apoyaba nuestra independencia como lucha entre blancos y negros aunque reconocía que el pueblo dominicano era multirracial, pero en sus reportes a su gobierno enfatizaba mucho que merecíamos separarnos de Haití”.
Significa que la misión de Schomburgk “fue vital para ese reconocimiento y para luego tratar de frenar las invasiones haitianas”.