Extremos fatales de cólera

Extremos fatales de cólera

A principio de la década de los sesenta del siglo XX tuve la dicha de contar como profesor a un maestro de las ciencias médicas, nuestro inolvidable, apreciado y querido Rogelio Lamarche Soto. Era un dominicano nato, fanático liceísta que poseía el don de la comunicación.

El doctor Lamarche cambiaba con gran destreza la complejidad de la enseñanza de la fisiología humana, transformándola en una conversación amena y fácilmente digerible. Ninguno de sus alumnos se perdía una de sus cátedras iluminadoras y sencillas, al tiempo que elegantes y comprensibles.

Media centuria después y en medio de un brote epidémico de cólera me viene a la mente la agradable imagen del maestro Rogelio Lamarche disertando acerca del medio interno de Claudio Bernard, modernamente denominado homeostasis. Se refería Lamarche a la capacidad que poseía el cuerpo humano de mantener un constante equilibrio en sus funciones a través de controles automáticos que se ejercen principalmente por medio de los riñones, hígado y pulmones.

Los errores o excesos en el comer y el beber que conducen a trastornos en las funciones son eficientemente corregidos por dichos órganos. Es bien conocido entre los pediatras el rol del aparato renal para ajustar las imprecisiones en que se incurre cuando se administran líquidos y sales minerales en los estados diarreicos.

Es obvio que esa capacidad de ajuste homeostático tiene su límite ya que pasado una determinada cifra de acidez o alcalinidad plasmática, al igual que un pronunciado desbalance hidroelectrolítico deviene en una falla que pudiera resultar fatal como son los casos de exceso o deficiencia del potasio en el suero sanguíneo. El cólera es una enfermedad cuyo microbio penetra por la boca a través del agua y alimentos contaminados con excretas humanas.

El bacilo se aloja y multiplica en la luz del intestino delgado sin que penetre su pared y por lo tanto está ausente en la sangre y demás órganos.

Es allí en la mucosa del intestino en donde el Vibrio cholerae libera una potente toxina que hace que los enterocitos extraigan rápidamente enormes cantidades de agua y electrolitos del cuerpo, provocando una diarrea explosiva que en término de horas puede ponerle fin a la vida del enfermo, dependiendo de la prontitud, eficiencia y precisión con que el médico reponga esas pérdidas.

En el Instituto Nacional de Patología Forense tenemos registrado un par de casos de cólera en donde la autopsia evidenció mecanismos de muerte diferentes. Uno se trató de un adulto manejado de modo vigoroso en el hospital excediéndose en la administración de potasio endovenoso, lo que condujo a una falla cardiaca severa que provocó la muerte inmediata.

El otro caso más reciente fue el de una señora de 40 años procedente de San Cristóbal con un embarazo de 18 semanas quien debutó con un cuadro diarreico agudo, calambres y desmayo.

La hoy occisa falleció mientras era trasladada a un centro de salud. La autopsia reveló un edema agudo de pulmón a consecuencia de una falla cardiaca probablemente debida a una hipopotasemia no corregida. He ahí la gran paradoja, un hombre muere producto de una práctica médica incorrecta y una mujer fallece por falta de asistencia médica oportuna. Dos extremos fatales.

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