Fabio F. Herrera Cabral – De las noticias: reflexiones y comentarios

Fabio F. Herrera Cabral – De las noticias: reflexiones y comentarios

El espectáculo que día a día la mayoría de nuestros políticos y sus agrupaciones ofrecen, urbi et orbi, daría argumento para lo que sería una hilarante comedia de ficción, aunque no de ciencia, si no fuera tan penosa y vergonzante la situación que presentamos ante el mundo. Es una manifestación de canibalismo político lo que se ve, se escucha o se lee diariamente. Las agrupaciones políticas principales están totalmente divididas. Y lo peor es, que el orgullo, léase tozudez de algunos de sus dirigentes hacen que esta situación se esté convirtiendo en algo irreversible que se proyecta sobre la gobernabilidad de nuestro país, lo cual es una situación de extremado peligro para la soberanía de nuestra patria en un mundo amenazado por la acción terrorista y la penetración de las drogas que abarca prácticamente el mundo entero.

Sin sacar ninguna enseñanza para justificar y seguir adelante con una política que hasta ahora ha fracasado, se trata de provocar un conflicto entre ricos y pobres que en nuestro país nunca ha existido, olvidando al mismo tiempo la amenaza que representa para nosotros la actual situación política que reina en Haití.

Con el mayor respeto para mi amigo, el Presidente Hipólito Mejía, me permito decirle que él es el presidente de todos los dominicanos, no sólo de un grupo político, por íntimo que este pretenda ser. Para seguir adelante el Presidente debe reclamar el concurso solidarios de todos, de ricos y pobres, de toda confesión religiosa y de cualquier posición social. Y nosotros todos estamos en la obligación para bien de nuestro país de prestarle nuestro mejor y más eficiente concurso sin ocultas o posteriores ambiciones personales.

Permítame decirle Presidente Mejía, que así como usted ha levantado la maravillosa familia que Dios le dio, así debe levantar y mantener unida la familia dominicana que usted recibió por la vía del voto mayoritario de un pueblo; pero esto no le dio el don divino de la infalibilidad ni la omnisciencia para resolver los problemas sin la cooperación y experiencia de todos.

La mayoría del pueblo dominicano y aun penosamente en círculos extranjeros se entiende que muchos de sus colaboradores no han correspondido a la confianza que usted depositó en ellos y no por mala fe sino por incapacidad; es hasta posible que la altura de los conocimientos académicos de algunos de sus colaboradores y su destreza para el trato de tantos tipos diversos de personas no esté a la altura de la gran complejidad de los problemas que afectan a la República Dominicana y al mundo.

Además, Sr. Presidente, el pueblo tiene derecho a saber lo que está pasando porque es el mandante de todos los que actúan en las funciones públicas del país. Es preciso que muchos de sus colaboradores entiendan que no son grupos depositarios de secretos que convierten su conocimiento en un sancta santorum que hace que se crean ser gurús inabordables y pomposos. A mi edad, que está por rozar los aledaños de un siglo, me ha dado muchas oportunidades de participar, contemplar ser tretigo,protagonista y a veces víctima de muchas situaciones y le confieso, que tengo miedo—no miedo a la situación económica que con una rectificación de colaboración y metodología, usted pueda resolverla a cabalidad de acuerdo con sus mejores propósitos.

Pero tengo miedo de que una mala interpretación de su propósito de encabezar la lucha del pueblo pobre para llegar a una vida mejor sea interpertrada en una forma radical y explosiva, creando una situación de ingobernabilidad que podría dar lugar a inducir en otras circunstancias una real situación de problemas internacionales que podrían influir en nuestros destinos soberanos.

Permítame recordarle, Señor Presidente, que en nuestro país las fuerzas que mantienen la economía, un instrumento iniciado por Dios para beneficio de los seres humanos, pueda deteriorarse y obligar la fuga de elementos creadores de la economía como ha ocurrido en nuestra isla en los tiempos de la rebelión de Enriquillo, la invasión de Drake, las devastaciones de Osorio, la acción producida por el tratado de Basilea que cedió la parte de la isala a Francia, la invasión de Dessalines y la invasión de Boyer. La parte pudiente se autoexiló y llevó sus conocimientos a enriquecer a otros países como Cuba, Méjico y Venezuela, y esa fuga han convertido la historia de nuestro país en una especie de la tela que Penélope tejía cada día y destejía cada noche.

Ese resumen es la historia de algo que podría suceder aquí si se sale de la mano un conflicto entre pobres y ricos.

No estamos aislados del mundo. Somos parte de ese mundo moderno, y por eso es inevitable que una situación difícil en nuestro país se convierta en algo peligroso para pueblos que tienen íntimas relaciones de intereses mutuos con nosotros y que podría obligarlos a tomar medidas conjuntas que eviten males peores.

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