Fabio R. Herrera-Miniño – Reflexiones navideñas

Fabio R. Herrera-Miniño – Reflexiones navideñas

La mayor parte de la humanidad occidental conmemora un aniversario del nacimiento del Hijo de Dios, aún cuando la fecha se ha visto severamente distorsionada por la masiva avalancha de millonarias inversiones publicitarias, pero que todavía conserva la esperanza del surgimiento de un mundo nuevo.

Jesús llegó a la Tierra, cuando su Padre, consideró que los seres humanos estaban aptos para superar muchas de sus costumbres y creencias, manifestadas en un sincretismo espiritual con una mezcla variopinta de supersticiones, inmolaciones, sacrificios y fetichismo, distorsionando por completo lo que debía ser la conducta de un ser inteligente y racional.

En el umbral del siglo XXI el gigantesco andamiaje comercial desplazó casi por completo la parte espiritual, tal como lo hizo ésta cuando el cristianismo se apropió de la fiesta pagana al Sol, en ocasión del fin de las cosechas e iniciado el invierno boreal, ocasión en que los romanos se prodigaban regalos entre amigos y familiares, proporcionaban libertades a los esclavos, y ahora, es la época del año para que los comerciantes se recuperen de las pérdidas de los tiempos de bajas ventas.

La trascendencia de la misión salvífica de Jesús se manifiesta por lo perdurable de su mensaje, y sosteniéndose, pese que a través de los pasados 20 siglos muchos de sus seguidores no han sido los más dignos representantes para promover la fe. Esas debilidades humanas, con sus pasiones y vicios añadidos, en un momento dado del siglo XVI, llevó a Martín Lutero a abjurar de los obispos de entonces cuando el pontificado del Vaticano estaba lleno de corrupción patrocinada por los papas Borgia, que con sus pasiones y concupiscencia carnal trastornaron y enlodaron por completo lo que se había propuesto Jesús, cuando proclamó su misión en las tierras palestinas.

El nacimiento del Hijo de Dios, en un medio tan humilde, tiene un profundo simbolismo para que cada quien reflexione, por cada etapa de la historia humana, para buscar las razones de la lucha en la vida por una superación personal y espiritual, que no solo está destinada al bienestar y al disfrute hedonista de los bienes terrenales, dejando de lado el aspecto más trascendente de las cosas del espíritu.

El ser humano ha avanzado mucho en su búsqueda por la paz interior y el convencimiento de la existencia de Dios, lo cual ha contribuido a tantas manifestaciones orientales de un ser superior para lograr una estabilidad emocional que le permita desenvolverse en el agitado mundo de hoy, tan desafiante y comprometedor, buscando a veces un Dios consentidor y alcahuete que le permita darle gusto al cuerpo pecador, ajeno al espíritu místico, dedicado a lo sublime de la fe, inmaculado e impermeable a lo que haga el cuerpo.

El ser humano de hoy en día tiene en las raíces del mensaje navideño, ofrecido por el Padre, para que cada quien sea como un niño de mente fresca e impoluta, que busque la verdad y la razón de ser de la misión terrenal de cada uno de nosotros. La Navidad conserva el amor divino por sus hijos y cada año, ya en el tercer milenio del cristianismo, se avanza en un crecimiento y mejor conocimiento de lo que realmente buscamos y encontramos según los designios de Dios.

La Navidad es la temporada adecuada para el compartir, y aún cuando el poder comercial domina cada aspecto de los encuentros entre amigos y familiares, al menos las personas son mucho más sociables, disminuyendo sus intolerancias, rencores e iras, pese a estar ahora agobiados por un futuro lleno de incertidumbres y amenazas de un golpeo más severo a las economías familiares debido a un acelerado empobrecimiento por el encarecimiento del costo de la canasta familiar, así como una indomable y peligrosa inflación, que golpea severamente la estabilidad emocional de la población.

Cada vez vamos entendiendo mejor las razones que tuvo Dios para enviar a su Hijo a la Tierra, con el fin de establecer una nueva orientación al mundo, que si bien no es todavía comprendida en su totalidad, existen los fundamentos para ir penetrando en esos caminos insondables de la divinidad, no obstante los tantos avatares y desviaciones de quienes han tergiversado el mensaje navideño, el cual, en cada Navidad, está disponible para que sea asimilado y se ponga en práctica para beneficio propio, así como de los semejantes que nos rodean.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas