Fabio Valenzuela S., científico dominicano

Fabio Valenzuela S., científico dominicano

Viaje por la historia

Es un científico que ha revolucionado la radioncología en centros especializados de salud de Texas, Iowa, New York y Wisconsin donde es director clínico de esa especialidad en el hospital privado más grande e importante de ese estado, con todas las variantes de la oncología. Es el inventor de un modelo para determinar las dosis adecuadas a tumores intracraneales dependiendo de la histología, el volumen, la localización.

Son tan amplios sus conocimientos y experiencias en esta rama que el expresidente Leonel Fernández le solicitó su colaboración para el diseño de un oncológico nacional en el que los tratamientos estuvieran al nivel de los países desarrollados. Aceptó con la condición de no recibir pago. Determinó el sitio donde se construiría, buscó diferentes tipos de centros de cáncer norteamericanos, especificó equipos y estilo del edificio.

Sin embargo, le invade el desaliento al observar que esa “magna obra, supuesta a colocar a Santo Domingo en el mapa de la oncología mundial, se ha convertido en la manzana de la discordia de grupos que han canibalizado este proyecto, provocando una situación que ha impedido la puesta en funcionamiento de este sueño hecho realidad”. Piensa que Catalina González Pons debe dirigirlo, por ser “la mejor preparada”.

Fabio Valenzuela Sosa es escritor, politólogo, inventor, físico, administrador de empresas, catedrático universitario que estuvo ligado a la iglesia católica sobre la que escribirá un libro porque vivió un proceso “con un componente político interesantísimo” que provocó su desmembramiento. “La Iglesia se dividió”, exclama.

Es político no solo porque estudió esa ciencia en la que tiene maestría sino porque fue miembro del primer círculo de estudios especiales del PLD, coordinado por Ligia Amada Melo y del que formaban parte “los esposos Macarrulla, Mechi y Víctor Grimaldi, Juan Selman Yeara, José Aponte, Elvin Flores, Plácido Gómez” y otros.

Boschista toda su vida, le atraían “la necedad y el radicalismo” del profesor. Él fue un “boschista radical”, discípulo aventajado del expresidente al que considera el modelo ético a seguir. Estuvo en el PLD hasta que ganó las elecciones de 1996. Fue miembro del comité de base, de la dirección de ese organismo, cabeza del comité intermedio 16 de Agosto, vicesecretario de asuntos profesionales…

Confiesa sin rubor que fue partidario del Frente Patriótico. “Había que ganar las elecciones, llegar al poder. Lo que ha pasado después es muy polémico y complejo”, declara. Pudo aprovechar el triunfo peledeísta y ocupar quizá una secretaría de Estado pero prefirió ausentarse. Contaba ya 44 años y renunció a ascender en la escalera política, escogió la superación profesional aunque ya poseía licenciatura y maestrías y la experiencia de la cátedra. Partió a hacer internado en medicina interna y cuatro años de residencia en radioncología en el Centro Médico de la Universidad de Texas, San Antonio, porque su profesión, dice, es la de estudiante.

Como recuerdo de sus estudios políticos dejó una interesante tesis sobre el bipartidismo electoral dominicano en la que analiza el rompimiento de la polarización entre el reformismo y el PRD desde 1962 hasta 1982. Plantea el debilitamiento gradual del bipartidismo que “apuntaba hacia el fortalecimiento de un tercer partido y el rompimiento del esquema bipartidista”.

Estuvo en el país por apenas dos días para poner en circulación su más reciente libro, “Queridísimas hijas” y recibió a los periodistas prácticamente en la madrugada, horas antes de volver a Norteamérica, desenfadado, informal, la corbata al descuido porque esos detalles no son para él trascendentes. Lo que le interesa es espacio para la reflexión, la investigación continua.

Es un dominicano prestigioso, demandado y reconocido en la Gran Urbe por la enseñanza a médicos en formación, la indetenible búsqueda para mejorar la vida de los pacientes de cáncer. Actualmente trabaja en un proyecto para decidir las dosis que deben aplicarse a enfermos tratados con “Gama Knife” para tumores intracraneales. En los últimos dos años ha recibido diplomas de organismos que evalúan especialistas, por considerarlo uno de los mejores.

“La satisfacción de un oncólogo que trabaja con radioncología viene por dos vías: dar al paciente una mejor oportunidad de sobrevivir y otra, que generalmente se subestima, incrementar la calidad del paciente, aunque no tenga posibilidad de cura”, expresa.

Se entrega al trabajo desde las siete de la mañana y sale “a la hora que pueda” porque en el centro “todos los casos son discutidos en conferencia donde múltiples especialistas hacen recomendaciones antes de empezar un tratamiento”, refiere. Él, por su lado, define dosis de radiación que garanticen la seguridad de enfermos expuestos a este procedimiento. Los evalúa detenidamente, diseña planes para las radiaciones, supervisa la aplicación, la controla.

“Tengo que ver al paciente, examinarlo, indicarle estudios y mirar los resultados, la patología, para entonces hacer recomendaciones. Estoy con él mientras está en tratamiento”, significa.

Quiere lo mismo para los afectados de cáncer de su país, del que no se desvincula. Por eso traía a John Cameron, fundador del primer departamento de física del mundo, a ofrecer conferencias y entrenamiento para técnicos de radiología. Y desde que se especializó ha estado al tanto de la realidad de la radioncología en Santo Domingo.

Lee a diario cinco periódicos dominicanos y hace una llamada a su madre y sus hermanos. La vinculación con la situación política y social del país, su atención a lo que se hace con los enfermos de cáncer en la República, es lo que colma su indignación por el estancamiento del Oncológico. “Ese hospital es una obra de ruptura con un pasado donde la oncología era asistencialista y mantenerlo funcionando con los criterios antiguos sería condenarlo al fracaso”, exclama.

Ambiente familiar y ética. Fabio nació el siete de enero de 1952 en San José de los Llanos, hijo de José Vetilio Valenzuela Batista, abogado, y Consuelo Mercedes Sosa Hernández. Estudió en la Escuela Parroquial de las Hermanas Dominicas de Michigan, de San Juan de la Maguana, y luego ingresó a la UASD a hacer carrera en física compartiendo las cátedras con el trabajo de asistente de administración del colegio Santo Domingo. Luego fue ascendido a administrador bajo la supervisión de la directora Margaret Mary McGuill y después de Aurelia Mella Ornes.

En 1973, cuenta, el colegio fue transferido a la Arquidiócesis de Santo Domingo y los dominicos abandonaron su labor docente y se dedicaron a la promoción comunitaria. Ese es el proceso sobre el que escribirá.

Casó el 14 de mayo de 1983 con Teresa Luisa Carrión Cassidy, madre de sus hijas Consuelo Helena y Fabiola Teresa.

Pertenece a una familia que tiene como un compromiso el estudio permanente. “Es una combinación equilibrada de ADN, ambiente familiar y ética”, significa. Afirma que son académicos exitosos porque “particularmente hemos tenido una madre enfocada en la superación de sus hijos”.

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