Esta vez en lugar de publicar mis fábulas artísticas habituales, he creído oportuno enriquecer a mis lectores transcribiéndoles una fábula de la exquisita pluma de don Tomás de Iriarte, quien junto a Félix María Samaniego integra el binomio de fabulistas más reconocidos y celebrados de la lengua castellana.
En la presente obrilla Iriarte ridiculiza a los literatos españoles de su tiempo que solían tomar préstamos excesivos a la lengua francesa. Pienso que hoy día el texto, escrito en el siglo XVIII, mantiene vigencia no sólo en el ámbito de la literatura sino en el de las artes en general.
Disfruten pues la hermosa fabulilla de los dos loros y la cotorra, la cual por cierto hace referencia al Santo Domingo colonial.
[b]LOS DOS LOROS Y LA COTORRA[/b]
Tomás de Iriarte
De Santo Domingo trajo
dos loros una señora.
La isla en parte es francesa,
y en otra parte española.
Así, cada animalito
hablaba distinto idioma.
Pusiéronlos al balcón,
y aquello era Babilonia.
De francés y castellano
hicieron tal pepitoria,
que al cabo ya no sabían
hablar ni una lengua ni otra.
El francés del español
tomó voces, aunque pocas;
el español al francés
casi se las toma todas.
Manda el ama separarlos,
y el francés luego reforma
las palabras que aprendió
de lengua que no es de moda.
El español, al contrario,
no olvida la jerigonza,
y aun discurre que con ella
ilustra su lengua propia.
Llegó a pedir en francés
los garbanzos de la olla,
y desde el balcón de enfrente
una erudita cotorra
la carcajada soltó,
haciendo del loro mofa.
Él respondió solamente,
como por tacha afrentosa:
«Vos no sois más que una PURISTA».
Y ella dijo: «A mucha honra».
¡Vaya, que los loros son
lo mismo que las personas!