POR EDGAR REYES TEJEDA
Como melódico rayo
de la popular cultura
irrumpió el genio y figura
del monumental Caballo;
con audacia y sin desmayo,
su relincho merenguero
cruzó bosques y senderos
sabanas y cordilleras,
y se volvió alma viajera
y emblema del pueblo entero.
En su lomo musical,
En sus patas bailadoras,
acordeón güira y tambora
se hicieron goce plural,
el júbilo nacional,
la identidad, el folklore,
el caribeño furor
han vibrado en la cintura
y ardiente cabalgadura
de este Caballo Mayor.
Por su voz han desfilado
las gracias y la alegría,
los sueños y fantasías
de un pueblo noble y honrado;
su relincho ha denunciado
el hambre y la explotación,
la triste desolación
del pobre obrero que sufre
y con su trabajo nutre
la dominante ambición.
Con sus cascos ha pisado
las más diversas naciones,
portando las emociones
del Caribe iluminado;
en su grupa ha remontado
al campo internacional,
nuestro fuego torrencial,
nuestra eterna gozadera,
y la fiebre merenguera
tan contagiosa y sensual.
Con el paso fuerte y fino
de su raza caribeña,
del merengue hizo su enseña
en mil distintos destinos;
al andar hizo camino
y hoy sigue su cabalgata,
la romántica bachata
que avanza por todo el mundo,
con sentimientos profundos
y melodía dulce y grata.
De Madrid hasta New York
de Caracas a Miami
la expresión !Qué rico mami!
desencadena el ardor,
cual contraseña mayor
de todo dominicano;
al oírla el quisqueyano
levanta su identidad,
su dominicanidad
demuestra con gesto ufano.
A pesar de tantos años
de trote por cien praderas,
este corcel de primera
que conocemos de antaño,
no sufre mengua ni daño
en su relincho potente;
por el contrario su gente
con aplausos solidarios,
le construyó un escenario
simbólico y permanente.
Este artista natural
y su imaginario ecuestre
es referencia terrestre,
sonora y emocional
del dominicano actual,
que con alegre fruición
y bullanguera pasión,
de quien goza más que el diablo,
le ha erigido un gran establo
dentro de su corazón.
El gran ejemplar oriundo
de los humildes potreros,
hoy recorre los senderos
más variopintos del mundo,
representando al jocundo
pueblo que lo vio nacer,
y que lo ayudó a crecer
con su espíritu festivo,
y lo hizo emblema masivo
del dominicano ser.
Van sus hárganas repletas
de antillana algarabía,
de la cálida poesía
de populares poetas;
se encamina hoy a la meta
de su consagración plena,
y ojalá que en la serena
cúspide de su carrera
piense al lograr sus quimeras
esto ha valido la pena.
Después de más de cuarenta y cinco
años de alegre experiencia,
de bullanguera existencia,
de espectaculares brincos;
el Gran Caballo propinco
a las fiestas y al clamor,
se complazca en el favor
el afecto y la memoria,
del pueblo que le dio gloria
fama, fortuna y amor.
Nota: Esta fábula fue escrita para la edición especial de Johnny Ventura y por razones de espacio no pudo salir. La publicamos esperando su comprensión y la del autor.