POR EDGAR REYES TEJEDA

Un cóndor de las alturas
un zorzal y un ruiseñor
se disputan con furor,
ardides y travesuras,
el árbol de la cultura
en la selva nacional.
Uno muestra su historial
en el arte literario,
sus lauros extraordinarios
y bibliografía esencial.

Otro con orgullo expone
su pictórico bagaje
sus armónicos paisajes,
sus clásicos bodegones,
sus cientos de exposiciones
y decenas de bienales;
en que críticos mundiales
valoraron su figura,
señalando sus pinturas
como obras magistrales.

El tercero humildemente
no hablaba de su maestría,
en componer melodías
sublimes y sorprendentes,
elnpermanecía silente
revisando partituras
y al árbol de la cultura
miraba con discreción,
pues su secreta ambición
era escalar sus alturas.

El ave de mayor vuelo
de su pluma se ufanaba,
pero el pintor lo retaba
con su pincel a un gran duelo,
el otro busca consuelo
en su genio musical;
en la selva nacional
sin buscar nadie se queda
un lugar en la arboleda
del gabinete animal.

El león de gran rugido,
quien por selvática ley
ocupa el cargo de rey,
nada claro ha decidido
sobre quien será subido
a la artística espesura
del árbol de la cultura;
mientras decide el león
su cultural selección
corren ríos de conjeturas.

Nota:
El fabulista pide disculpas a sus lectores por los errores múltiples presentes en el texto de la fábula EL ZORRO Y EL CONEJO publicada el pasado domingo 8 en estas mismas páginas.

El autor con voz quebrada
pide excusas a sus lectores
por los gazapos y errores
de la semana pasada;
erratas exageradas
con atroz ortografía,
cometieron tropelías
en el texto y el asunto;
y juro por mis difuntos
que la culpa no fue mía.