FÁBULAS ARTÍSTICAS
La Potranca

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EDGAR REYES TEJEDA
A una potranca preciosa
Se le metió en la sesera,
Ser cantante a la manera
De la cigua rumorosa
O las rolas armoniosas;
Esta artística ambición
La asumió con tal pasión,
Que buscó como maestras
A varias aves muy diestras
En solfeo y entonación.

Con esforzada paciencia
Ensayaba noche y día
Diferentes melodías,
Intentando dar cadencia
Y sonora consistencia
A su voz poco apropiada
Para el rock y la balada,
El merengue y el bolero;
Pues nunca se oyó en potreros
Música tan complicada.

Palomas y ruiseñores
Rolones y carpinteros
Se reunían en el potrero
Para escuchar los errores,
Desafines y clamores
De la potranca afanosa,
Quién se mostraba orgullosa
Ante las chanzas punzantes
De aquellas aves cantantes

Que tildaba de envidiosas.
Una mula que la oyó
Entonando sus solfeos
Le dijo “joven yo creo
 que usted al igual que yo
No tiene bonita voz
para interpretar canciones;
¡vaya a hacer presentaciones!
de sus curvas y caderas
en las ferias ganaderas
En que hacen exhibiciones”.

Como balde de agua fría
Le cayó esto a la potranca,
Que de forma bronca y franca
Le largó mil groserías;
La mula mientras reía
Le voceó entre carcajadas,
“Tú eres como yo obstinada
y terca como ninguna,
sigue cantando a la luna
Tus coplas desafinadas”.

Los colibríes y canarios
Que a cantar bien le enseñaban
Con entusiasmo le hablaban
De espléndidos escenarios,
Y un público imaginario
Que deliraría por ella,
Y al oír frases tan bellas
Los premiaba con alpiste,
Y dejaba de estar triste
Soñando ser una estrella.

Un caballo noble y viejo
De mirada reflexiva,
Le dijo a la potra altiva
Que le daría un buen consejo,
“no lleves mi hija tan lejos
esa artística aventura,
pues lo tuyo es la hermosura
y lozanía corporal,
tu destino no es cantar
Si no lucir tu figura”.

Ella tomó con desprecio
Las palabras del anciano
Y siguió con porte ufano
Estudiando sus arpegios;
“ese es un caballo necio”,
pensó con altanería,
que pronto demostraría
a la granja y al potrero
que su talento señero
Al triunfo la llevaría.

Llegó el anhelado día
En que la hermosa potranca,
Exhibiría a la franca,
El fruto de su porfía
Cantando sus melodías
Ante un público de equinos,
De caprinos y porcinos,
Avícolas y vacunos,
Cunículas y ovejunos,
Y alguno que otro pollino.

Entre un marco musical
De exquisitos instrumentos,
Se escuchó el difuso acento
De la potranca sensual;
Sonó algo artificial,
Forzado sobre manera,
Y la audiencia ganadera
Que escuchaba aquel concierto,
Mostró duda y desconcierto
Ante esta voz plañidera.

La potranca de este cuento,
Como la rana arrogante
Que quiso ser elefante,
Fallaron en el intento,
Pues faltándole el talento
Dado por naturaleza,
Intentaron la proeza
De desafiar su destino,
Quedando a medio camino
Como esta fábula expresa.

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