El 27 de febrero de 1963 fue juramentado el Profesor Juan Bosch, como Presidente de la República, habiendo sido electo en las primeras elecciones libres y democráticas luego de la dictadura de Trujillo. Siete meses después, sería derrocado por un golpe de Estado Cívico Militar, que daría otro curso a nuestra desdichada historia republicana. Juan Bo era un intelectual y político poco conocido por el pueblo dominicano. Gran parte de su vida la había vivido en el exilio, donde fundaría el Partido Revolucionario Dominicano. Se valió del lenguaje popular, llano y sencillo para trasmitir su verdad: Vergüenza contra dinero, enseñando a su pueblo el a, b, c de la política, para no dejarse confundir al momento de votar y elegir nuevos gobernantes. No fue un invento suyo la división de clases, de gente de primera y las demás. De tutumpotes e hijos de Machepa. La Crisis de la Democracia.
Llegado al poder, tradujo en hecho la palabra empeñada: Mientras yo gobierne no perecerá la libertad. Y fue su gobierno sietemesino ejemplo de democracia. Un legado de libertades púbicas, de honestidad, de tolerancia, donde no se persiguió, reprimió o asesinó a nadie por sus ideas políticas, no se robó ni se distrajeron fondos públicos en francachelas ni en ilícitos, en cambio le dio al pueblo una Constitución de avanzada, reformadora, de una nación libre de toda dominación extranjera, independiente, soberana. Fiel al ideario Duartiano: Sed Justos, lo primero; a la doctrina De Hostos, el Sembrador: la moral se predica con el ejemplo, separar el Estado laico del dogma y del poder de la Iglesia.
El discurso de rendición de cuenta del Presidente Danilo Medina ante el Congreso, 50 años después de aquel acontecimiento, quiere emular a su maestro, a quien evoca cuando rechaza la propuesta indecorosa de la Barrick, porque no encaja en la ética y la moral de su gobierno, y declara inaceptable sus pretensiones con ingente pragmatismo, porque las circunstancias cambian y uno tiene que cambiar con las circunstancias (Obama). Cierto que su discurso deja sin tocar temas de gran importancia e indudable trascendencia política, social y económica: la corrupción, la impunidad, el hoyo fiscal, que no deben postergarse por mucho más tiempo, si se quiere dar otro giro a la historia y penetrar en ella con la frente en alto.
La aceptación generalizada del discurso que no sabe simular y torcer las cosas, del hombre que pretende marcar un nuevo estilo de gobierno, oyendo a su pueblo, es señal de buen camino. No para dirigentes empresariales que, cual golpistas de antaño, dan gritos desesperados de alarma nacional con pretensión patriótica. No para congresistas que aplauden con hipocresía la adjudicación a contratistas de cientos de centros escolares, sin favoritismos o preferencia partidista. O para el líder del PLD, muestre sentirse complacido con el discurso (quizás por las omisiones) y, como si con él no fuera la cosa, sentirse orgulloso por la forma digna en que ha sabido defender el interés nacional, olvidando el galardón recibido en Canadá, dado por sus anfitriones, reconociendo los favores y beneficios otorgados a la Barrick por su gobierno, al declararlo Estadista del Año.