Facilitemos y promocionemos la inversión extranjera

Facilitemos y promocionemos la inversión extranjera

El inicio del nuevo año es una época propicia para que el Estado Dominicano revise las complicadas y retrógradas leyes en vigor, con miras a facilitar la inversión extranjera. Actuando de ese modo, nuestro país dependerá menos de préstamos y emisión de bonos soberanos internacionales, que han incrementado la deuda externa, hasta el extremo que actualmente cada dominicano nace con un adeudo de RD$165,000,00. Esta deuda externa equivale, según el Banco Central a un 45% del PIB, pero, economistas independientes la cifran entre el 52 y 55%. De seguir así, los habitantes de nuestro país trabajarán exclusivamente para pagar esta deuda, que muchos califican de “eterna”.

La gran maraña de leyes, decretos, reglamentos y trámites burocráticos existentes en nuestra legislación, imposibilitan que una empresa o un súbdito extranjero forme una compañía en nuestro territorio en menos de tres meses. En la República Checa, con una mentalidad salida del sistema comunista, comprendieron que para atraer y agilizar el establecimiento de empresas extranjeras y multinacionales, las condiciones para su pronta operación deberían ser reducidas a únicamente lo necesario; por tanto, eliminaron las trabas burocráticas y al presente, una compañía se establece legalmente en menos de 10 días. Esto ha catapultado la economía checa, al extremo que es la más progresista de los países que conformaban la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

En América Latina sucede otro tanto. Costa Rica, un país muy similar al nuestro en tamaño, idioma y hasta religión, ha logrado captar un número significativo de empresas multinacionales por las facilidades que les otorgan. Conocemos el caso de una agroindustria cacaotera venezolana que se quiso instalar en nuestro país y fueron tantas las trabas que a pesar de estar avalada por una de las empresas dominicanas de mayor influencia, se decidió por establecerse en Costa Rica, perdiendo nuestro país la experiencia y el denominado “know how”, de una empresa líder del sector industrial y cacaotero a nivel mundial.

Debemos copiar el ejemplo de Panamá. Este país istmeño no tenía los recursos necesarios para la ampliación del Canal interoceánico que permite que los buques ahorren una enormidad de tiempo en su tránsito del océano Pacífico hacia el Atlántico y viceversa. ¿Qué hizo? Permitió que cualquier empresa pública o privada y hasta particulares que quisieran invertir en la ampliación del Canal, dicha inversión estaría exenta de impuestos de cualquier índole de por vida. Así, compartirá Panamá también por vida, de las enormes entradas por concepto de la utilización de los buques, especialmente los denominados súper-tanqueros, de la referida vía acuática.

En nuestro país lo que existe es un Estado fiscalista, dirigido por una serie de burócratas que por su mentalidad impositiva no se percatan que mientras más empresas se establezcan y se implanten, menos impuestos, a la postre, los resultados serán de una mayor dinamización de la economía y habrá más plazas de trabajo con lo cual fluirá y se distribuirán los recursos económicos disminuyendo por ende la pobreza. Si el Gobierno no se sacude de estos verdaderos inquisidores fiscales, nuestra producción y la oferta exportable involucionará y los inversionistas por conveniencia se alejaran de nuestra media isla, para instalarse en otros países con mayores facilidades. Esta despiadada política fiscalista es la que ha hecho que exitosas y poderosas empresas nacionales –algunas emblemáticas- como la Cerveza Presidente, Ron Brugal, Ron Barceló, Molinos Dominicanos, Colgate Palmolive Dominicana, Codetel, productos Checo y Sosúa, sus accionistas hayan decidido vender e invertir los recursos recibidos en otros países con mejores facilidades impositivas y seguridad jurídica.

Si el Gobierno Dominicano está conforme e inclusive satisfecho de los impuestos que recibe por dichos traspasos, muy pronto se quedará con las arcas vacías al recibir hoy, por una sola vez, los recursos que necesitará en el futuro. Si no le ponemos un alto al éxodo a las pocas empresas nacionales que todavía se resisten y estoicamente subsisten, nuestros hijos no podrán un día tener el orgullo de decir “Hecho en República Dominicana”. Si lo que deseamos es ralentizar la economía, entonces, mantengamos la actual política fiscalista dirigida por un grupúsculo de frustrados burócratas, y sigamos el ejemplo del avestruz ante el peligro: “que hace un hoyo y esconde la cabeza”, porque piensa que no viendo las cosas, las mismas no sucederán. Por tanto, no sigamos siendo avestruces.

Hay muchos inversionistas que quisieran establecerse en nuestro país por nuestra situación geográfica en el medio de América, Igual sucede en Agricultura, por constituir unos de los seis países del Continente con suelos fértiles y generosos para cualquier cultivo tropical. Recordemos que por errores garrafales imperdonables, se retiró la Dole del país; los guandules se fueron para el Ecuador y la yuca mocana se instaló en Costa Rica. El presidente Medina, en esta ocasión debe según su promesa electoral: “hacer lo que nunca se ha hecho”, ordenar que se flexibilicen los requisitos y promocionar y acoger la inversión extranjera, mediante una política agresiva de sus organismos pertinentes y de las embajadas y consulados en el exterior.

 

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