Factibilidad y plausibilidad de los grandes proyectos

Factibilidad y plausibilidad de los grandes proyectos

La factibilidad y la plausibilidad de un proyecto público deben ser contempladas y evaluadas desde su significación e impacto económico y socio ambiental, a corto, mediano  y largo plazos. La factibilidad económica se mide mediante la rentabilidad, utilidad o tasa de retorno, en escenarios de riesgos probables, costos financieros y otros factores variables.  La plausibilidad se mide en términos de, por ejemplo, cantidad de beneficiarios directos e indirectos, inmediatos y mediatos, la cantidad de empleos generados, y el efecto multiplicador de la inversión. Hay que evaluar la necesidad sentida, su apremio e intensidad, la población afectada, el número de electores comprometidos, la importancia política y la beligerancia de estos; el impacto emocional y publicitario en abono de la gobernabilidad, la convivencia social, la popularidad y legitimidad del gobierno; lo dramático del problema que se resuelve; la visibilidad y la empatía, o lo espectacular que para  el país o la región resultaría la obra o proyecto.

Es cada vez más importante lo relativo a la afinidad del proyecto con el medio ambiente,   y con otros temas y consideraciones sobre asuntos sobre los cuales la ciudadanía y los medios de comunicación o sectores determinados de opinión o de poder, se hayan pronunciado.

Estas variables requieren ser definidas y traducidas a una serie de indicadores, cuya  medición o lectura conlleve a una escala con puntajes (digamos, de 100 puntos) que le permitan a los que toman decisiones, ver el peso de cada factor o variable, y luego, decidir sobre esa base  sin dejar de lado la experiencia y el sentido común. (Calcule usted cuántos puntos acumularía el famoso peaje de La Penda, La Vega, que luego de años de construido es declarado inoperante). En las pasadas administraciones bastantes megas obras jamás se sometieron a este tipo de escrutinio, ni se dio satisfacción (técnico-científica) sobre su factibilidad y plausibilidad. Ahora pesan gravosamente sobre nuestras finanzas públicas y nuestro sentido de auto respeto, como baldones de abuso y de privación.

La obra de gobierno que más necesita el país es que se lo sane del cáncer de la corrupción administrativa, de la sarna del clientelismo burocrático, y de la ansiedad inenarrable que produce el saberse gobernados por personas en cuyas decisiones no podemos creer ni confiar.

No hay peor cosa que la falta de credibilidad respecto a los que deciden nuestro destino. De eso es que más necesitado está nuestro país. Que es lo que ha estado haciendo cuidadosamente el presidente Medina, a quien, a pesar de las limitaciones con que opera en ese sentido, el pueblo se siente aliviado y agradecido.

Necesitamos esa salud moral y psicológica en nuestro diario acontecer político por tiempo prolongado. Nuestras mayores  urgencias  difícilmente sean de grandes  infraestructuras. Si alguien quiere ganarse el respeto eterno de este país, que nos ayude a sanarnos de tanta maldad y tanta ignominia. Las obras de dudosa factibilidad económica y de dubitable  plausibilidad política, social y ambiental pueden resultar calamitosas para la gobernabilidad democrática, y para cualquier gobierno, por legítimo que este sea.

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