¡Facundo! no lo podemos creer

¡Facundo! no lo podemos creer

Facundo Cabral cantó a la vida, al  amor y a la esperanza y siempre lo hizo con la fuerza emotiva de  su incontenible espíritu  y  con espléndida   belleza de  palabras; y hoy el mundo siente que el canto de dolor por su muerte se ahoga en las gargantas, como negándose a salir por lo absurdo del  hecho violentamente irracional que acabó con su vida por un camino de Guatemala que lo habría  de conducir a un aeropuerto. A él, precisamente que una vez dijo (y que la humanidad jamás olvidará): “No soy de aquí ni soy de allá”, pieza que lo hizo famoso en el año 1970. El mundo no ha salido del asombro que causó su asesinato en uno de los países más violentos del globo y que fue llenado de cadáveres durante la guerra fría, donde los extremistas, de izquierda y derecha, creían en la muerte más que en sus propias causas.

Todavía anoche no había explicación para el crimen  pero como la música de Facundo era una mezcla de canción protesta y reflexión, su desaparición produce la honda amargura de una derrota para los muchos hombres y mujeres   que aspiran a un mundo mejor. Que ansían un  Planeta de   amplios espacios  para el bienestar y  la felicidad; en el que  la injusticia tienda a extinguirse porque  las sociedades se hayan tornado fuertes y la vulnerabilidad de los pobres tienda a desaparecer. Y para lograrlo será necesario que fructifiquen los versos de los poetas comprometidos con los valores de la sociedad como Facundo Cabral.

La Venezuela de los bacanales

Una de las vías del Santo Domingo Oriental  de mayor ruido, tragos  y altercados es la avenida Venezuela, repleta de luces y desbordes de parroquianos  con botellas de las más diversas gradaciones. Era tal la intensidad de goces a deshoras, y en perjuicio  del vecindario, que hace poco autoridades que tienen que ver con lo ambiental y municipal, y que rara vez salen de su apatía, decidieron empantalonarse contra el excesivo júbilo de los parranderos y hasta cerraron negocios. La paz duró menos que una cucaracha en un gallinero. Un reciente duelo al estilo del oeste y con saldo de dos muertos, obliga a recordar que la Venezuela del ensanche Ozama es, en términos urbanos, un toro indomable. Bravísimos son también algunos de los asiduos visitantes  y de buen “porte” en materia de armas de fuego, En verdad muchos de los que van a fiestar  a la avenida quieren hacerlo con orden pero hay demasiado gente que se excede.

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