Falacias que destruyen el Estado

Falacias  que destruyen el Estado

Samuel Luna

La falacia es una mentira o un engaño que se usa  para  esconder una realidad. Los gobernantes y funcionarios corruptos han fabricado en la línea del tiempo falacias  para poder controlar a la mayoría, a los que les siguen y hasta a sus contrarios; el clientelismo es una de esas falacias, la cual debe ser destruida si queremos transformar la nación y lograr que el Estado esté por encima de los partidos políticos.

Esas mentiras ocultas usan el pretexto de la pobreza, generada por ellos mismos, para dar la falsa percepción de que el partido político o el gobierno está “regalando” alimentos, dinero u otros productos de primera necesidad. Entonces, el engaño consiste en hacer creer al pueblo que toda la maquinaria que alimenta el clientelismo es para mejorar la condición de vida de los sectores más necesitados del Estado.

Otra mentira  que hemos abrazado como una acción aceptable y natural es el  nepotismo; éste se esconde en los poros de muchos funcionarios, otorgando a ellos un exceso de poder. Estos funcionarios utilizan sus posiciones para beneficiar a sus familiares con nombramientos de alto nivel y con salarios extravagantes.

Esos privilegios desbordados generan un eclipse que opaca el trabajo de muchos profesionales disciplinados y honrados. Cuando conseguir un empleo depende de alguien que está en el gobierno y no de la capacidad profesional que posee el aspirante, es frustrante e injusto. Es como si a esos profesionales honrados le llegara un eclipse que opaca la luz  propia que ellos construyeron con esfuerzo y sueños, y de repente, con esas barreras, sus sueños se apagan y sus oportunidades se esfuman. Lo más triste es ver como la práctica del nepotismo convierte a esos ciudadanos honrados en personas amargadas y presas fáciles de doblegar.

Hemos tenido una historia flagelada  en el contexto gubernamental que deja al desnudo la realidad del  clientelismo y el nepotismo; ambos han caminado de la mano, creando una sutil manipulación que hace percibir a muchos un liderazgo político lleno de gracia y compasión. Pero sabemos que los resultados son otros; el clientelismo y el nepotismo solo generan pobreza, inseguridad ciudadana, involución en el Estado, resentimiento y desconfianza en las estructuras del Estado.

Debemos recordar que esas falacias se convierten en paradigmas, y esos paradigmas son alimentados por un sector que se esconde en las rejillas del Estado, operando de forma pérfida, bellaca, licenciosa y sin ninguna ética constructiva del Estado.

Los que promueven esos engaños son los verdaderos enemigos del Estado que se adhieren a los medios de comunicación para convertirlos en herramientas mortales que difunden sus falsas ideas  y así lograr sus sueños llenos de  ambiciones.

Sueños construidos sin tomar en cuenta las necesidades colectivas, ni el bien común; vemos  comunicadores al servicio de un sector adverso al desarrollo del Estado; los compran para que promuevan  ciegamente el clientelismo y el nepotismo, con el fin de hacernos  creer que nos están dando un regalo valioso, pero es todo lo contrario, nos están sustrayendo la capacidad de pensar y la virtud de producir y generar riquezas honradamente con nuestras propias manos. La promoción de esas mentiras generan  la caída de una democracia que aún sigue en pañales.

La gran mayoría de los politicos convencionales, nos hacen creer que el nepotismo es una virtud y un privilegio de los que poseen el poder; pasan por alto que todo lo que recibe un ciudadano debe ser un derecho, y no un privilegio. Todo lo que se adquiere debe generar en el ciudadano un sentir de dignidad y libertad.

El derecho a la alimentación, a un techo, a la salud, al agua, al trabajo y a la educación, no deben ser el queso que se transpone en una superficie fría y engañosa para atrapar al ratón. Esos derechos no deben ser usados en una campaña política, como se usa el queso en una trampa para ratas; tampoco deben ser camuflajeados para comprar la dignidad y el pudor de nuestro pueblo, ¡no!, todo lo contrario, el político evolucionado es aquel que acciona desde un contexto ético y existencial, para generar una sensación de bienestar y dignidad en cada ciudadano.

Las mentiras y los engaños solo provocan deterioros al pueblo y al Estado. Ningún partido político o gobernante fue elegido para favorecer a un grupo privilegiado, ni para dar regalos para comprar la conciencia del ciudadano. La palabra regalar no debe existir en el vocabulario de un político serio e íntegro. Los partidos y los gobiernos sólo deben administrar los bienes del pueblo y del Estado para generar equidad y justicia.
De lo contrario, tendremos el clientelismo y el nepotismo que son falacias que destruyen el Estado.

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