Está sobre el tapete una denuncia por una conocida productora de televisión que alega que el director de prensa de la Presidencia prohíbe a funcionarios ser entrevistados por ella para tratar denuncias de corrupción. Si no fuera por la seriedad con que se denuncia el asunto sería casi risible.
Más que reclamar por un infundado derecho a entrevistar a algún funcionario renuente a conversar con alguien que frecuentemente quema a sus entrevistados, quizás el reclamo debería ceñirse a exigir el cumplimiento de la ley en cuanto a proveer información pública.
La democracia exige ciudadanos informados y transparencia en el manejo de recursos públicos y afortunadamente los dominicanos tenemos leyes que deberían facilitar que así sea. Pero de ahí a hacer bembitas porque algún ministro dizque prohíbe a colegas del gabinete que hablen con tal o cual periodista, hay un trecho enredado y minado.
Porque entonces de igual manera habría que reclamarle al líder de la oposición su notoria ausencia del debate de la mayoría de los temas nacionales, su patente renuencia a dejarse entrevistar por periodistas independientes y la bruma de silencio propio que rodea su encumbramiento como presidente del PRD.
En efecto, el ingeniero Miguel Vargas Maldonado está re-editando la proeza perredeísta de encumbrarse como líder y candidato evadiendo hablar personalmente, haciéndolo en vez a través de voceros y adláteres cuyas opiniones uno cree que son suyas, aunque nunca se sabe con certeza.
Tal vez la modestia del presidente del PRD al hablar se nota menos porque en Santo Domingo hay una híper-abundancia de periódicos, revistas, noticieros y programas de televisión y radio, periódicos y blogs en la Internet, boletines electrónicos y envíos masivos de correos. Difícilmente cualquiera que desee divulgar sus ideas, sea en un artículo o de cualquier otra manera, carezca de acceso a algún medio.
En esta era digital, cualquiera puede ser su propio editor.
Que ante una avalancha de opinantes, y un incesante chorro de declaraciones de funcionarios, una productora alegue que por orden superior ciertos ministros no se dejan entrevistar, me parece realmente sorprendente.
Las pataletas y lloriqueos de quienes se creen discriminados, pese a que sus denuncias las ha visto todo el que quiera, son otra patética muestra de cómo en muchos debates sobre periodismo hay más llanura que en la Sabana de Guabatico