Falconbridge no debe irse

Falconbridge no debe irse

La pasada semana cundió el pánico de nuevo en Bonao y sus zonas circundantes, ante el temor de cierre total de las actividades en la zona explotada originalmente por la Falconbridge.

Aunque la especie fue desmentida por la empresa, el temor subsiste por el avance en los trabajos de mantenimiento sin indicios de que la operación de la mina se vaya a reiniciar, y porque Edenorte no le ha pagado ni un centavo a la generadora eléctrica de la empresa puesta en línea para el suministro energético que ella vende y que en muchos casos ni factura, llegando ya la deuda a unos 35 millones de dólares.

De 1,650 empleados que tenía la empresa cuando cesaron las extracciones en los meses finales del pasado año, fueron liquidados en diciembre unos 900 trabajadores, con la ayuda del gobierno que asumió una parte considerable del pasivo social acumulado en más de 30 años de explotación minera, y se mantienen activos tan solo 750.

En el momento de mayor operación en esa empresa, nunca ha pasado la nómina de 2,100 empleados, escaso resultado, y a pesar de ello es necesario reconocer que su cierre, ahora y en cualquier momento, es el cierre de la mayor fuente de trabajo en la zona, con toda su secuela de generación indirecta de ocupaciones y oficios.

En diciembre, el gobierno, aterrado por el desempleo inminente de tantas personas, asumió obligaciones que no le correspondían y descuidó la orientación necesaria para que el proceso dejara menos traumas que los que de por sí deja el despido, aunque éste se dulcifique por la evasión del pago de las obligaciones personales contraídas por los despedidos con la cooperativa, por ejemplo.

En diciembre, y hoy, y tal vez por algún rato, el kilogramo de áridos de cualquier tipo, no clasificado, tiene un precio en el mercado interno superior al kilogramo de ferroníquel en barras destinadas a la exportación, en el mercado internacional.

¿Dónde están esos áridos?

Están en las colas de las presas, reduciendo la capacidad de almacenaje de aguas y en consecuencia de generación energética de sus turbinas, mientras las maquinarias de Falconbridge permanecen ociosas, cuando si algo saben ellas hacer es arañar la tierra y colocarla en camiones.

Muchos árboles y mucha madera a recobrar se encuentran en esos fosos de las presas llevados por las aguas en sus crecientes destructoras.

Pero no sólo eso saben hacer las maquinarias y equipos, así como los despedidos y por despedir de aquella empresa.

Ellos saben también sembrar metódicamente árboles, porque el contrato les obliga a reforestar las zonas explotadas o simplemente exploradas, y aunque no lo hayan hecho con los niveles y calidad de la obligación asumida, es ella probablemente la mayor empresa forestal del país.

De manera pues que entre sacar los materiales de los fosos de las presas, desde las colas, clasificarlos y venderlos en el mercado interior, hasta reforestar las cuencas que nutren esas mismas zonas, tiene mucho qué hacer aquella empresa que hoy siembra el temor de un cierre innecesario.

Y tal vez, como ya aconteció una vez en que se convirtió en una empresa de generación eléctrica no más, gane más dinero que exportando un mineral a precio vil que para hacer lo cual es mejor dejarlo tranquilo en su sitio donde lleva muchos siglos sin molestar a nadie.

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