¿Falta de autoridad moral?

¿Falta de autoridad moral?

La fuerza de la autoridad se halla en la autoridad moral, conquistada no por decretos o investiduras externas, ni mucho menos por imposiciones o castigos, sino por la coherencia entre el decir y el hacer, entre el hacer y ser. La autoridad moral no puede ser fabricada ni exigida. Es el resultado de un proceso interior en quien detenta la autoridad, por el cual él mismo lucha por los valores que desea transmitir, y un proceso interior en quien es conducido, por el cual experimenta la irradiación de esa encarnación y se despierta en él mismo la voluntad de plegarse a tales valores.

La autoridad no está en primer lugar para mandar, organizar, coordinar, sancionar o controlar. Su primer papel es el de encarnar un ideal y conducir hacia él. La fuerza motriz para el cumplimiento de tal papel es la actitud de servicio.

Cuando cuestionamos quién tiene autoridad, entonces, nos estamos preguntando quién es el autor de una cosa o a quién el autor le ha entregado la capacidad de actuar en su nombre. “Autoridad moral” es un concepto diferente, pues  la autoridad moral no surge de la calidad de autor o representante del autor, sino del propio actuar. Así, alguien carecería de autoridad moral cuando pretende que otro se comporte de una forma  que él mismo no ha sido capaz de hacerlo.

La autoridad interior se basa en el servicio desinteresado a la vida ajena. La autoridad exterior sin la correspondiente autoridad interior jamás educará ni podrá formar verdaderas comunidades. El Papa Juan XXIII señalaba la importancia de la autoridad moral como energía que despierta la participación de todos en la gestión del bien común:

“La autoridad que se funda tan solo o principalmente en la amenaza o en el temor de las penas o en la promesa de premios, no mueve eficazmente al hombre en la prosecución del bien común; y aún cuando lo hiciere, no sería ello conforme a la dignidad de la persona humana, es decir de seres libres y racionales. La autoridad es sobre todo una fuerza moral; por eso los gobernantes deben de apelar, en primer lugar, a la conciencia, o sea, al deber que cada cual tiene de aportar voluntariamente su contribución al bien común de todos.”

Esa tal vez ese es la gran tarea  que tenemos por delante los dominicanos, y  en vez de continuar buscando la fiebre en la sábana,  profundizar seriamente  en la idea de lograr autoridades, que en todos los órdenes y en todos los sentidos tengan la capacidad de exigir  cumplimiento, por cuanto su accionar esté avalado por la conducta moral que le dé calidad para ello.

Detenernos a estudiar con sinceridad, si  la sociedad de hoy cuenta con suficientes funcionarios, educadores, comunicadores, jueces,  guardias, policías, guías espirituales y dirigentes de organismos de la sociedad civil, etcétera, con la suficiente autoridad moral  para servir de modelo y exigir cumplimiento.

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