Falta de autoridad = violencia + impunidad

Falta de autoridad = violencia + impunidad

El estilo, como en la actualidad se dirigen los destinos nacionales, ha impactado en el sentimiento nacional con la percepción generalizada de que existe una falta de autoridad, permitiendo los desafueros más increíbles en la administración del Estado.

Esa falta de autoridad se reafirma cuando desde el sector oficial se ve a los funcionarios, sus subalternos y favoritos, haciendo los que les venga en ganas, sin oír ni aceptar recomendaciones para rectificaciones. En consecuencia el auge de la violencia va en aumento, en que muchos se las están buscando para equipararse a lo que se ve desde el litoral de quienes están en el ejercicio del poder y cada vez son más ricos.

El año acarrea signos visibles de grandes temores. No ha pasado un día del mes en que no haya ocurrido una desgracia lamentable, con el protagonismo de la policía y sus intercambios de disparos. Hasta la DNCD ya tiene su cuota mortal, los delincuentes asaltando por todos lados, los sicarios en su rol exterminador por encargo y hasta gentes que se supone con cierto nivel, tanto económico como social, tiroteándose por las calles por motivos que van desde los pasionales hasta los económicos.

No hay dudas de que el año se ha iniciado con una abundancia de sangre derramada, que podría considerarse como una consecuencia de un mal mayor en donde se conjugan la percepción popular de la falta de autoridad, percibida por la ciudadanía a todos los niveles, y el colapso de la familia, pese al esfuerzo que tantas instituciones realizan arduamente para conservarla, conscientes de que si desaparece la familia se desmorona la sociedad y en consecuencia el país como nación.

El entusiasmo con el que los antisociales se han dedicado a alterar la tranquilidad de la ciudadanía con sus agresiones, asaltos y matanzas, tiene su estímulo de ver cómo hay sectores beneficiándose de los recursos nacionales, los cuales son dilapidados sin temor a acciones judiciales de envergadura.

Esa impunidad de los que dilapidan las riquezas nacionales, y con sus fortunas creciendo como pompas de jabón, impacta en sectores sociales que se ven empujados a buscársela como sea. Por eso, gentes que originalmente estaban alejadas, ni mucho menos atraídas para colocarse al margen de las leyes o de las restricciones morales de la sociedad, se han desbocado y, lo que es peor, son mudos cuando ven a sus hijos encaminados por esos caminos de la ilegalidad, que en un momento dado le producen ganancias comparables a la de los políticos en el poder, a la de los deportistas, a la de los artistas y a la de los narcotraficantes.

El estilo es que cada ministro actúe por la libre, sin los controles de una autoridad superior que los llame a la cordura, o los sancione cuando se equivoquen, como ocurre con cierta frecuencia en la actualidad con el ministro de Educación o con el de Agricultura.

Hacerse de la vista gorda, cuando se tienen los poderes más amplios que un presidente ha tenido en los pasados 50 años, desilusiona a la población. Esta es la razón por la cual se ve de cómo su otrora aceptación se ve afectada aun cuando persiste la percepción de que es el político más confiable.

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