Falta de credibilidad

Falta de credibilidad

TEOFILO QUICO TABAR
Uno de los mayores problemas que puede confrontar un país, al que en muchas ocasiones o casi nunca se le presta la debida atención ni si le da importancia que merece, es la falta de credibilidad. Falta de credibilidad de la gente en las cúpulas dirigentes. Falta de credibilidad en las acciones gubernamentales. Falta de credibilidad en las instituciones. Falta de credibilidad en casi todo lo que se hace y se dice.

La República Dominicana está padeciendo de ese malestar de la falta de credibilidad, por las mentiras, engaños y los abusos que han cometido los de arriba, no solo para con los de abajo, sino para con todos los sectores, tanto nacionales como internacionales. Hemos vivido en medio de mentiras y encubrimientos que ha puesto a la gente a dudar sinceramente de casi todo, porque la mayoría de las acciones sobre todo públicas están envueltas o encubiertas y ha despertado en la población una inteligencia o percepción de que todo es una película, una farsa, una mentira.

El peligro que representa la falta de credibilidad no se pone de manifiesto cuando las cosas están más o menos normales. El problema se presenta cuando los países atraviesan por situaciones calamitosas o de dificultades, en las cuales, solo la credibilidad puede enrumbarlos a caminos seguros. Porque solo creyendo en alguien o en algo, la gente se une y acciona de acuerdo a eso que se propone o se manifiesta. Solo la credibilidad hace posible el esfuerzo común.

Ese padecimiento que ha comenzado a experimentar nuestro país no solo hacia lo interno, sino a lo externo, se puede apreciar en cualquier actividad y en cualquier lugar. Casi todos ponen en dudas las cosas que se dicen y las cosas que se hacen. Ya son pocos los que dicen poner su cabeza bajo cuchilla por algo que se dice o se hace. Todo pasa como en penumbra. Todo se presenta enturbiado y con aristas cortantes. Casi todo resulta dudoso y con espinas. La gente está comenzando a no creer en nadie y eso es peligroso.

Pero la gran responsabilidad de devolver la credibilidad de todo lo que se diga y lo que se haga, la tienen los que dirigen. Los que gobiernan. Los que crean y modifican leyes. Los que deben aplicar la ley y la justicia. Los que deben responder por el orden. Los que dirigen las diferentes esferas, a los que llamamos cúpula complaciente, responsable directa de toda esa falta de credibilidad que ocurre en el país y en el exterior. Porque la complacencia ha sustituido el deber. Porque la complacencia ha enjabonado todas vías por donde deben transitar las responsabilidades haciéndolas resbalosas e inseguras.

El país se hace cada día más dinámico y difícil. Siendo un país con uno de los peores niveles de distribución de las riquezas y un país caro, cada día crece el número de gente y a cada momento crecen los problemas. A cada minuto crecen las desesperaciones y aumenta la presión social, en medio de la falta de credibilidad en los de arriba.

El país se está convirtiendo en un volcán que puede hacer erupción en la medida en que aumenten los problemas y los que gobiernan y dirigen no se percaten de que no tendrán suficiente fuerza creíble para detener esa erupción.

La única fuerza capaz de contener lo que entendemos puede ocurrir en poco tiempo de continuar el derrotero actual de desaciertos e improvisaciones, es la posibilidad de que la gente recobre la confianza ante un cambio total de las políticas o ante la posibilidad de que alguien le ofrezca garantías de que habrá cambio, no de palabras y discursos, sino de realizaciones concretas, basadas en una transformación posible y equilibrada.

El país está mal parado en materia de credibilidad aquí y fuera de aquí. Que lástima, todo por culpa de los que no han sido capaces de implementar políticas adecuadas y firmes. Justas y con sentido humanista. Políticas verdaderamente democráticas y con sentido social.

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