Falta de mantenimiento
destruye las obras

Falta de mantenimiento<BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2010/06/ABB9B609-F8E7-442E-9510-4F3B9B753B4E.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=460 data-eio-rheight=303><noscript><img
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Al observar las brigadas de obreros removiendo pisos, muros y tierra de lo que en otrora quiso ser un hermoso bulevar de la 27 de Febrero, nos llega la interrogante si alguna vez en el país los responsables de involucrar al presupuesto nacional en obras inútiles e ilógicas, tendrían que responder ante los tribunales por ese desfalco. La repuesta sencilla es que tal cosa nunca ocurrirá en el país de las tapaderas y de las complicidades.

En ese bulevar de la 27 de Febrero se gastaron unos $68 millones de pesos para disponer de magnificas estructuras de hierro forjado, bellamente concebidas y mejor realizadas; todavía perduran olvidadas en medio de la nada donde nadie se detiene a contemplarlas.

Pero tal proyecto, sumergido en el olvido y la incuria oficial, es una de tantas obras en la capital que claman por una atención oficial, que van desde la plaza de la Independencia o de la Bandera, en el extremo oeste de la capital, hasta el monumento a Fray Antón de Montesinos, en la esquina sureste de la ciudad colonial, donde la falta de atención por parte de las autoridades, ha llevado a esos monumentos y otras obras a su estado actual de deterioro.

Hemos visto de cómo se ha hecho necesario restaurar numerosas obras que, por falta de mantenimiento, prácticamente colapsaron y las inversiones realizadas para su rescate asombran por el elevado monto de las mismas, como ocurriera con el Palacio de Bellas Artes, la rehabilitación de la carretera de Constanza, varias iglesias y hospitales, que casi todas han sido objetos de escándalo por el elevado monto invertido.

La costumbre de los pasados 49 años es dejar que las obras se deterioren por completo, para que el presidente de turno, urgido por sus funcionarios para solicitarle recursos para rescatar, ya sean escuelas, hospitales carreteras, canales, acueductos o presas, autorice elevadas inversiones, traducidas en saludables beneficios para los favorecidos.

No es lo mismo gastar pocos pesos para reparar un sistema sanitario de un hospital, o las luces de una escuela, o el bacheo de una carretera o las fugas de un acueducto, que aportar millonarias sumas para una reconstrucción que llevan a la obra a un esplendor más impresionante de cuando fueron construidas. Tal es la modalidad de los pasados años, en que los montos anunciados e invertidos en numerosas obras reconstruidas, mueven a incredulidades y convencimiento, que tales costos no están invertidos en su totalidad en la obra, no son reales y han dado origen a escapes para otros destinos.

Alguna vez sería conveniente que se realizara un seminario para dedicarlo a establecer compromisos concretos, para ir al rescate del patrimonio del Estado con billonarias inversiones en todo el país; ahora no se les garantiza el uso para el cual fueron construidas. Tal es el caso de las presas con los embalses colmatados, centrales eléctricas que en menos de dos años ya solo generan un 60% de la capacidad instalada; acueductos que no aportan por las fugas existentes u obras de toma mal concebidas. En fin, que alguna vez nazca el propósito, entre los burócratas, de devolverle al pueblo la utilidad de las obras construidas para el desarrollo y el bien común.

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