Falta el pan

Falta el pan

 COSETTE ALVAREZ
De circo, estamos más que sobrados. Pero es mucho, demasiado, el pan que falta. No me vengan con chistes malos, que “no sólo de pan vivimos los humanos”, ni que “a falta de pan, casabe”. De ninguna manera podemos vivir sin pan, llamándose pan todo lo que represente necesidades básicas, que si no es mucho pedir, incluiría las emocionales.

Se nos considera modernos por el auge de las computadoras y demás tecnologías, que deberían ser mágicas para que funcionen sin un servicio de energía eléctrica tan dichoso que ha encontrado un gobierno aliado contra quienes tienen el coraje de no pagar por lo que no reciben, o sea, contra los más pobres, que sencillamente no pueden, porque los de clase media, debido a nuestros prejuicios y competencias, pagamos, y ya verán que en esta cruzada no caerá un solo rico, que no paga porque gastar el dinero merma la riqueza.

Un Gobierno en reelección full debería molestarse en dar un gustico ¿o sustico? a sus votantes conminando a las servidoras a suministrar la energía eléctrica permanentemente, a cobrarla adecuadamente, y a tener responsabilidad civil con sus usuarios por los tantos aparatos, viviendas, negocios y seres humanos achicharrados por instalaciones deficientes o descontroles de voltaje.

Esto es solamente una pequeña parte del problema. Esos que han sido llamados inescrupulosos porque se roban la luz son unos chivitos hartos de jobo, comparados con las generadoras, distribuidoras, administradoras y cobradoras del no-servicio, quienes a su vez quedan como lactantes al lado de los tantos politiqueros, cada uno en su turno, en absoluta incapacidad moral de atacar frontalmente el tema de los contratos, entre ellos los de privatización y desprivatización, y demás detalles del meollo. Siempre por los ramos, por el lado flaco de la soga.

A propósito de reelección, de la herencia política de Balaguer, de la importancia que las Primeras Damas de la región han asegurado dar a la familia, y otras yerbas aromáticas con las que nos están embullando al tiempo que gastan mucho de nuestro dinero, tengo a bien informarles que, buscando información para un proyecto en el que trabajo, encontré que nuestra situación de pobreza se ha agudizado drásticamente del 96 para acá, siendo una de sus lamentables consecuencias que el número de madres precoces haya aumentado a niveles alarmantes, más aun en los últimos dos años.

La tendencia es francamente preocupante, máxime teniendo en cuenta que no estamos hablando de una maternidad producto de decisiones responsables, autónomas, ni maduras, sino de una maternidad sorpresiva, ya sea por un inicio temprano de una vida sexual sobre la que no disponen de gran información, o como resultado del abuso. A estas dos razones, podemos agregar que en estos tiempos, quizás por la evolución natural de la especie, las niñas tienen su primera regla mucho antes que las mujeres de épocas pasadas; que pasan demasiado tiempo solas en términos de su vida familiar, y tienen la autoestima por el suelo gracias a las tantas carencias brutales en muchas de sus necesidades, incluyendo educativas, socio-culturales, de entretenimiento, de ocupación y, por supuesto, de nutrición, que es la base de la salud física.

Que si a la salud mental vamos, el hecho de que las jóvenes embarazadas sean separadas de la ya de por sí deficiente formación académica, las coloca en la crítica posición del desempleo, o si acaso, el subempleo. La participación de las mismas en trabajos sin perspectivas de progreso, o en ocupaciones circunstanciales sin posibilidades de una carrera estable, contribuye a mantener y prolongar situaciones de desesperanza y pobreza. El impacto negativo de estas situaciones sobre la salud mental y el desarrollo social de las adolescentes y sus proles es indiscutible.

Las implicaciones son muy serias, ya que indican que esa falta de empleo que las jóvenes con deficiencias educativas marcadas confrontan empeora para el futuro, cuando la sociedad se hará cada vez más compleja, más especializada y más orientada tecnológicamente.

La maternidad precoz es causa y consecuencia a la vez del denominado círculo perverso de pobreza. El embarazo en la adolescente es una situación muy especial, pues se trata de madres que por su configuración anatómica y psicológica aún no han alcanzado la madurez necesaria para cumplir el rol de madre. Esto trae como resultado el aumento poblacional, y la posibilidad de que estas madres tengan familias numerosas, lo que repercutirá en el desarrollo de sus hijos.

Desde el punto de vista social, las madres adolescentes son siempre dependientes y el embarazo profundiza la dependencia con los padres. Por estos predios, los embarazos precoces ocurren principalmente en las poblaciones de menor nivel socioeconómico. En nuestro país se ha demostrado que el mayor número de abortos sépticos que acuden a los hospitales son de adolescentes, porque se practicaron estas maniobras ilegalmente, ya que el aborto está penalizado.

La sociedad presenta muchos estímulos que hacen surgir el impulso sexual. Las películas, revistas y libros de carácter romántico y erótico, la generalización de los conocimientos relativos a los métodos anticonceptivos, la tendencia a tener hogares más pequeños, la necesidad de buscar la diversión fuera de casa, el cambio de las costumbres sociales que eliminan la vigilancia estrecha en la conducta de las jóvenes, todos estos factores tienden a revestir de importancia el interés sexual en la vida de las adolescentes, que son por naturaleza socialmente vulnerables. Así, la maternidad no planificada se hace más probable, aunque no inevitable.

Pero, si las autoridades creen que se va a erradicar el dengue, primero ocultando, luego pidiendo perdón por haberlo ocultado, mientras fumigan a veces en algunos barrios, ¿qué podemos esperar como prevención de un futuro catastrófico, con tanta juventud y tanta niñez desamparada?

¿En qué paró el niño mendigo flagelado por el vigilante del bar, por estricto apego a la política de la empresa?

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