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Hay aún más; en los últimos dos años existe un nuevo componente, el concho en carros con placas privadas, en los cuales las personas que los ocupan son con frecuencia atracadas y despojadas de sus más inverosímiles prendas, desde zapatos hasta relojes y cadenas, siendo estas abandonadas en sitios solitarios, a veces hasta desnudos. Por otra parte, tenemos el desorden que se forma con el motoconcho, motociclistas y otros tipos de vehículos que han invadido el tránsito vehicular de la ciudad, que representa un riesgo para los pasajeros, los peatones y la seguridad de toda la ciudadanía.
La autocomplacencia satisfecha de los que se benefician con la confusión en el transporte y la desaprensiva indiferencia y la indolencia de los demás ciudadanos, convergen en un estatus que, con resignada pasividad, todos parecen apreciar que los defectos del sistema político imperante son irremediables, se sienten desencantados por el pobre funcionamiento de las instituciones encargadas en velar por un transporte práctico, cómodo sin lujos, pero eficiente, cuyos funcionarios sepan y tengan el valor de debatir públicamente cómo funcionan las instituciones relacionadas con el transporte, porque conocido es el decir popular que dice que en vez de mejorar, lo que se refiere es huir de la realidad con mucha palabrería.
En este problema del transporte se necesita mucha reflexión y quizás una de las ideas más aceptadas y compartidas por los técnicos más calificados, es la de plantearse la reforma estructural total del transporte y refundir en un solo organismo funcional como única autoridad, no importa el título, la dependencia y el nombre con que le sea asignado.