4 de 4
Al cuadro de problemas del transporte público que hemos trazado, debemos añadir la devaluación de la vida de la ciudad de Santo Domingo y también en otras ciudades; el promedio de muertos por accidentes en la geografía nacional en el año 1987 fue superado en 1988, nos cual nos hace recordar el llamado angustiado hecho en Taiwán, porque en 1986 se produjeron 8,830 accidentes de automóvil con 4,139 muertos y 9,983 heridos. Es que el hombre precipitado e impaciente, como somos los dominicanos, bajo el efecto de la enfermedad prisa, fácilmente se convierte en enemigo de sus propios congéneres. No solo el terrorismo causa bajas, es que tras un volante puede existir un hombre con gran desprecio por la vida, porque con las nuevas costumbres, caminamos directo a una sociedad que se autodestruye sin freno, sin miedo y sin respeto.-
Esto lo vemos a diario principalmente en los “automóviles” del concho, donde señoras y señoritas se sientan en las piernas de los hombres con el mayor descaro, en nombre de la urgencia y la necesidad de llegar al trabajo, pero la realidad es que se perdió el respeto a la dignidad y a la persona, se ha devaluado la vida al igual que la moneda. Es un constante desprecio a una cosa tan bonita como lo es la vida y las causas de esta actitud colectiva, es profunda y nos debe llamar a la reflexión más de una vez a todos los dominicanos.
Como todos sabemos, nuestra ciudad crece de manera desmedida y sin planificación y en los próximos doce años tendrá como dijimos unos tres millones de habitantes, lo cual representara el 33% de la población total del país, que presionaran por más servicios públicos y el transporte es uno de ellos, buscar soluciones a tiempo no es cosa de un solo hombre, sino de un equipo que debe integrarse sin titubeos, de inmediato.