Falta una política clara

Falta una política clara

La animadversión de Haití contra la República Dominicana es vieja. Es un asunto de interés, de supervivencia, de envidia, de la profunda diferencia entre una cultura de trabajo y una de esclavitud. De este lado aprendimos a pescar y por eso comemos pescados.
No hay derecho a pensar ni decir que los haitianos son vagos, son tan trabajadores como los dominicanos o los australianos. Cuando se les paga adecuadamente son tan buenos obreros como cualquiera. El problema es que no somos siameses, que los dominicanos tenemos una historia, un desarrollo social, cultural, económico diferente y, además, somos los legítimos y soberanos dueños del territorio nacional.
La historia nos divide, la solidaridad humana nos acerca. La cultura nos identifica como diferentes, las costumbres y la forma de vivir nos alejan. Independientemente de que tengamos orígenes raciales compartidos en un porcentaje alto o bajo, el desarrollo de Haití y el nuestro han transitado por caminos opuestos.
El origen de nuestras diferencias profundas, está en las necesidades que Haití ha resuelto apropiándose de bienes y de parte del territorio nacional ora de manera pacífica, ora de manera violenta. La guerra de conquista contra nosotros, comenzó cuando éramos colonia española y terminó cuando sus tropas fueron derrotadas por el ejército de patriotas, improvisados como guerreros, en la defensa de la soberanía Las batallas de esas guerras forjaron el espíritu guerrero y el sentido de pertenencia de los dominicanos, de tal modo que cuando descarriados connacionales entregaron la soberanía a España, el pueblo armado, luchó hasta vencer al poderoso ejército colonial español. La anexión a España fue el producto directo del temor de los conservadores de que Haití engullera la República Dominicana, la avasallara para siempre y la conquistara definitivamente. Eso no fue posible, como dijo el poeta: en nuestro caso merecemos ser liberes e independientes porque en nuestro pecho si crece la llama que templó el heroísmo viril.
Las jugadas y jugarretas de los haitianos por apropiarse de nuestro país, de nuestra historia, de nuestra cultura de nuestra identidad se manifiestan una y otra vez y, sin prisa, pero sin pausas, nos empujan, nos empujan… Ya bailaron sobre la Bandera Nacional y no pasó nada. Se burlan de nuestros símbolos patrios. Suplantan nuestra cultura con el gagá y otros bailes y cantos. Mantienen una permanente exposición de cuadros pintados por haitianos, con motivos haitianos y los presentan a turistas incautos como de autores dominicanos.
No quisiera encontrarme en medio de una situación tan difícil como la del doctor Ureña y sus amigos en la frontera con Haití, en medio de la nada. El ministro de las Fuerzas Armadas resta importancia al incidente porque ninguno de los dominicanos sufrió “ni siquiera un rasguño” mientras eran retenidos por una turba haitiana.

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