Familia, educación, juventud y sexo

Familia, educación, juventud y sexo

Ya lo sé. El tiempo, desde siempre, conlleva cambios. Acontecen modificaciones a favor y en contra de lo que existía.

Aquella familia de ayer, cuando el padre de familia –salvo excepciones– solía vivir con natural aceptación el peso de sus responsabilidades como proveedor y defensor del grupo humano creado por él, se ha desvanecido en enorme proporción.

La vida sencilla, simple, acomodada a las posibilidades sanas, se evaporó. La dignidad y la honradez vienen a ser antiguallas dignas de un polvoriento museo, cada vez menos visitado.

No se trata ya de la necesidad de que mujeres y niños laboren como obreros en horarios horrorosos porque los hombres estaban destinados a combatir en los frentes durante la Primera Guerra Mundial, lo cual impactó a Karl Marx en su visita a Inglaterra.

Ahora se trata de que resulta imprescindible que padre y madre produzcan recursos para la obtención de lo esencial para la vida, cada vez más costosa y demandante. Si el hombre se desentiende de su deber, la mujer está obligada a envolverse en extensos horarios de labores diversas que le impiden cuidar a su descendencia de la manera que requieren. Entonces viene el “ni, ni”: Los hijos ni estudian ni trabajan ni se esfuerzan en nada. No hay obediencia sino auto-complacencia. Los muchachos se interesan por el vestuario deportivo, aunque no hagan deporte, o por el desenfado haragán o la droga. Las muchachas, cada vez de menor edad, se entregan al sexo fácil, como si se tratara de una diversión a la cual tienen pleno derecho desde que sus senos abultan sus blusas y sus cuerpos incitan a la aventura transitoria y aparentemente irrelevante.

Se trata de una concepción errónea de lo que significa ser joven, como si se tratase de una licencia para disparatear.

Rubén Darío se duele en unos versos: “Juventud, divino tesoro/ ya te vas para no volver…”. Efectivamente, la juventud no vuelve, pero es el preludio del futuro. Del uso que de ella hagamos dependerá lo que viene. Se trata de un tiempo de formación con la cual tendremos que vivir el resto de nuestra vida.

Hay quienes creen que la juventud es para disfrutarla… y lo es, parcialmente, como es disfrutable la modernidad… si se maneja con sensatez. “Modernidad” no significa desorden e indisciplina.

Se trata de nuevas herramientas duales, que tanto sirven para avanzar y alcanzar más altos logros, como para sustituir la capacidad pensante.

Y aplastar el esfuerzo.

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