Familia Gil Argelés

Familia Gil Argelés

Hoy en día, con este recuento histórico, acabo de comprender el daño que le hizo la Guerra Civil a mi padre, cómo destruyó su alegría y cuán largo tiempo le tomó recuperar su antiguo temperamento. Recuerdo entre sueños a mi padre, cantar a principios de 1940 cuando los refugiados hacían teatro y presentaciones en la que él colaboraba como tramoyista, incluso recuerdo que en una ocasión viajó a San Pedro de Macorís, después… más nunca lo oí cantar”.

Cuando el 4 de diciembre de 2010, se publicó: “Yo: el hijo de Dolores Argelés”, don Juan me llamó por teléfono y me contó que la historia había suscitado muchas preguntas entre sus

amigos geólogos, me dijo que era el día de Santa Bárbara, la patrona de los geólogos y armeros, de las profesiones que manejan explosivos, debido a la leyenda del rayo y especialmente de los militares que pertenecen al arma de Artillería en la mayoría de los ejércitos, incluso en algunos países musulmanes.

Recordé que mi padre me contó que en las cuencas mineras asturianas, donde trabajaron sus ancestros varones, le dedicaban un himno llamado “Santa Bárbara Bendita” por ser patrona de los mineros, los electricistas y los feriantes.

La canción de los mineros asturianos dice así:

“En el pozo María Luisa, tranlaralará,
tranlará, tranlará.
Murieron cuatro mineros.
Mira, mira Maruxina mira, mira
como vengo yo.

Murieron cuatro mineros,
trailaralará trailará
Santa Bárbara bendita,
trailaralará trailará
patrona de los mineros, mira, mira
Maruxina, mira,mira como vengo yo;
patrona de los mineros, mira, mira
Maruxina, mira, mira como vengo yo.

Traigo la cabeza rota, trailaralará
trailará traigo la cabeza rota,
trailaralará trailará
que me la rompió un costeru, mira, mira
Maruxina, mira, mira como vengo yo;
Traigo la camisa roja trailaralará
trailará, traigo la camisa roja
trailaralará trailará, de sangre de un
compañero, mira,mira Maruxina, mira,
mira como vengo yo; de sangre de un
compañero, mira, mira Maruxina, mira,
mira como vengo yo”.

Y cuando empezó a mandarme historias, memorias, reflexiones, incontenible como si se tratara de un manantial de la montaña, pensé en ese entrañable personaje de Tabucchi, pensé en Tristano, el anciano italiano, el partisano que evoca el rito de los elefantes que tienen una memoria larga, que se hacen acompañar por los elefantes más jóvenes, para recordar, para que haya memoria, antes del fin y llama a un escritor para contarle su vida, para hacer la cartografía de lo que le resta de vida, del silencio, del futuro y porqué no, del destino final de una vida.

Tristano dice: “Después de haberte llamado me arrepentí. No sé bien porqué, tal vez porque no creo en la escritura, la escritura lo falsea todo, vosotros los escritores sois unos falsarios. O tal vez porque la vida, una debe llevársela a tumba. Me refiero a vida verdadera, la que se vive dentro. 

Para dejársela a los demás, basta con la vida que se vive por fuera, es ya tan evidente, tan impositiva.

Y en cambio tengo ganas de escribir, es decir de hablar… escribir por persona interpuesta, quien escribe eres tú, y sin embargo soy yo”. Y me sentí como la elefanta que acompaña, testigo y escriba al mismo tiempo, convocada para narrar las historias de muchas vidas, de cómo se apagó la alegría y el canto de un padre, de cómo una madre amorosa se murió a destiempo, de cómo hay que bajar a la mina de cualquier manera, con una profesión, convocando a una escritora, sumando las vivencias de un mundo terrible y maravilloso al mismo tiempo, para rescatar del socavón de la mina, de la tragedia y el espanto, el canto de los mineros, ese canto de todos que las guerras clausuraron.

“En el pozo María Luisa, tranlaralará, tranlará, tranlará. Murieron cuatro mineros. Mira, mira Maruxina mira, mira como vengo yo.” Y como Tristano, Juan Gil escribe sus memorias para dar ese:

(…) “testimonio, por llamarlo así, porque tu no podías estar allí, pero es como si hubieras estado ahí, testigo de un clima, de una decisión, de una postura ética…aunque metieras también los hechos en el 8 de septiembre, la República de Salo con su reproponerse con proterva arrogancia como árbitro de las suertes italianas y el rechazo de la defi nición de guerra civil, que es una toma de posición enérgica, hoy en día, acaso un poco arriesgada, sabes mejor que yo que en aquellos años se disparaba contra amigos y contra enemigos, pero eso tiene una relativa importancia, lo que me gustó de tu novela es la versadísima indagación acerca de la naturaleza del heroísmo, de la fidelidad, de la infidelidad, del placer, de los sentimientos…”

Y como en procesión, los dos elefantes, el viejo y el joven caminan, indagan en la naturaleza de esas guerras civiles que apagan los cantos, las voces y tiñen de sangre las cabezas de los mineros que piensan en la honradez y en la traición.

“Mira Maruxina, mira, mira como vengo yo. Traigo la camisa roja, de sangre de un compañero, mira, mira Maruxina, mira, mira como vengo yo.” (…) “Si no fueras tan paciente, después de lo poco educado que he sido en recibirte, ya te habrías marchado, lo habrías mandado todo a tomar viento,…este compromiso que has adquirido y el libro que escribirás en mi lugar, lo plantarías todo… Y en cambio no te mueves ni un milímetro, eres un tipo curioso, escritor, no sé si eres un tipo pávido o si tienes más valor que yo, y por eso me aguantas.”

Impávida, me quedo quieta, muda, escribo sin inmutarme la corriente imparable de su memoria… del padre que dejó de cantar, de la madre muerta a destiempo… “Mira Maruxina, mira, mira como vengo yo”. ¿Me estará contando la historia de su padre, de su silencio, de su canto que se le murió en la garganta por esa guerra perdida, estará pensando en todo lo que caminó por su amorosa madre, en los montes que recorrió, en las  montañas que descubrió, en los socavones en los que se hundió, allá en la Cordillera septentrional o en los Pirineos de sus ancestros? Tal vez, entre los dos y como en una salmodia a esa Santa Bárbara encerrada en una torre de tres ventanas, supliciada por su padre, silenciada y torturada debamos bajar al fondo de la mina, recordando sin pausa, incontenible y con la escritura para arrancarlos del silencio, de la noche, de la guerra entre hermanos…

“Mira Maruxina, mira, mira como vengo yo”. “Aunque mi madre falleció joven a los cuarentaicuatro años, fue quien más influyó en  mi formación tanto educativa al lograr que a los siete años de edad y aún analfabeto, logró alfabetizarme en Dajabón a partir de nuestra llegada al país en febrero 1940 y en solo tres años a base de enseñanza tesonera en el hogar, llegar a cursar hasta el sexto curso de primaria que aprobé en septiembre 1943, cuando con grandes sacrificios económicos de mis padres ingresé en el Colegio de la Salle.

Para mis padres, mi formación fue lo primordial en su vida, al obtener en enero de 1942, una casa para vivir en un segundo piso de la fábrica en que trabajaba como encargado por ser técnico mecánico, desde mediados de 1940, implicó que a la vez era guardián de todo tiempo, pues esa fábrica en los años de la II Guerra Mundial laboraba día y noche, descansando el personal de producción solo los domingos, pero el personal de reparaciones y mantenimiento los fines de semana eran normalmente más duros, y mi padre era el principal responsable. En los doce años que vivimos en esa fábrica solo vi a mi padre salir de noche en días de semana dos o quizás tres veces, y no a divertirse sino a visitar o ver cosas de gran importancia para él o nosotros.

Vacaciones, tomó las primeras en 1945 a Jarabacoa, las segundas en 1948, a Venezuela a investigar posibilidades de trabajo, dado la difícil situación acá, las terceras a Constanza por prescripción médica dado a agotamiento físico en 1950 y las últimas en 1952. En los doce años de1942 al 1954 mi madre realizó siempre todos los oficios del hogar, contratando sirvienta por medio tiempo solo los últimos dieciocho meses en que comenzó a trabajar en la misma fábrica a tiempo completo como encargada del taller de costura de la sección de zapatos tenis. Era excelente costurera, bordadora, tejedora y llegó a ser profesora de la Escuela de Economía Doméstica de la calle El Conde esquina 19 de Marzo en los altos del restaurante Ariete, a la que asistían las señoritas de la sociedad dominicana”. (…) “Las enseñanzas éticas y morales de mi madre han regido mi comportamiento y no hay día de mi vida que no la recuerde varias veces, sea por sus consejos, por sus refranes o dichos todos orientados a mi formación social y ciudadana como: “Trata a los demás como quisieras te trataran a ti”, “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, “Mañana será el día más ocupado porque todos dejamos para mañana lo de hoy” ; “Cuando se empieza un trabajo, ya hemos realizado la mitad”. Y lo elegiaco es ese dicho catalán que es toda una posición de género: “La que quieras por mujer no la hagas puta primero”.

(…) “De mi padre, lo recuerdo cuando era niño como hombre callado y de pocas palabras, trabajó largas y pesadas horas desde 1940 hasta 1954 en una fábrica de tacones de goma de Ciudad Trujillo, desde 1954 a 1956, montando una fábrica similar en Puerto Príncipe, en Haití. Se fue a España con mi madre y como no  consiguieron trabajo, montaron una granja avícola hasta que murió mi madre en 1957. Vino a la Republica Dominicana en 1963, con la esperanza de reunirse conmigo, su único hijo y rehacer su vida, pero con motivo del golpe de estado de septiembre 1963, se volvió a España por considerar que ese acto vandálico atrasaría enormemente las posibilidades de desarrollo de este país. En España relanzó una industria química familiar que dirigió hasta su fallecimiento en 1985.” (…) “Mi juventud la pasé de la casa a la escuela y viceversa, pues al vivir en Villa Francisca en la zona colindante con Villa Consuelo, mis padres me tenían confinado dentro del patio grande de la fábrica en que trabajaba mi padre y nuestra casa que estaba en una segunda planta de dicha fábrica. “ En la Universidad de Santo Domingo, entre 1949 hasta 1954, hizo la carrera de Ingeniería Civil. En 1949, obtuvo una beca para estudiar la carrera de Geología e Ingeniería de Minas en la Escuela de Minas de Colorado, pero el rector de la UASD le manifestó personalmente su indignación de que intentara salir al  exterior a estudiar preguntándole si era que consideraba que la educación dominicana era insuficiente.

“Para obviar problemas de índole política, mis padres decidieron que abandonara la idea”. En 1954, luego de atender durante un mes un curso de introducción a la Geofísica, dictado por el jesuita colombiano Padre Ramírez, traído al país por Trujillo y como resultado de un examen calificador, resultó ganador de una beca para estudiar dicha carrera en la Universidad de París, beca que tampoco le fue permitida disfrutar.

“Como parte del ejercicio de mi profesión y con esos antecedentes, trabajé en la firma Mendoza & Armenteros, Estudios Hidráulicos, precisamente como técnico en Geofísica, permitiéndome ello hacer más adelante entrenamiento teóricos y prácticos en Sallent de Gallego, en el Pirineo Aragonés, en España, durante más de tres meses entre mayo y agosto del 1957”.

“Mira Maruxina, mira, mira como vengo yo”. A partir de 1954, sus padres se fueron exiliados hacia Haití y hasta su matrimonio en 1958, la única familia que tuvo en Santo Domingo fue una hermana del padre y su esposo, con quienes en pocas ocasiones intercambió recuerdos de la niñez. En 1958, contrajo matrimonio con Olga Nuñez, con quien procreó tres hijos varones que le han dado siete nietos varones y dos nietas mujeres.

Su hijo mayor Salvador, está casado con Lizbeth Gutiérrez, Jose Alejandro, con Rosario Ortiz y Juan Carlos, con Tania García.

“Esa ha sido mi familia desde 1958, relacionándome además con los familiares políticos por parte de mi esposa, y luego por vía del matrimonio de mis hijos con lo que mi familia es actualmente, realmente extensa, familiar y muy cariñosa”.

(…) “Luego de casado y en la necesidad de preparar económicamente el futuro de mi familia, y ante la expectativa de que como simple empleado me resultaría difícil asegurarlo, mientras trabajaba en New York, a raíz de la paralización que sufrió nuestro país con la Revolución de Abril 1965, decidimos mi esposa y yo que debíamos prepararnos para el futuro, por lo que ella estudió peluquería intensamente durante un año con la intención de que a nuestro regreso, luego de emplearse por un tiempo en una peluquería de renombre, montar su propio negocio, tal como se hizo en 1970, luego de dos años de experiencia profesional.

Con el apoyo de mi esposa, mas adelante logré que el departamento de trabajo de la empresa en que trabajaba se desligara de ella y formara una empresa aparte en la que tuve una mínima participación que con el tiempo, nuestros ahorros y otras iniciativas comerciales colaterales hemos logrado tener importante participación empresarial, asegurando así el futuro de nuestros hijos.”

(…) Comencé a trabajar como ingeniero civil en Octubre 1954 en la firma de ingenieros consultores Mendoza y Armenteros, encargada de realizar estudios hidráulicos para evaluar el potencial hidrológico e hidroeléctrico del país. A mí me tocó recorrer a pie y a veces a caballo todos los ríos importantes del país, recabando datos geológicos y topográficos que sirvieran para determinar los sitios más adecuados para construir represas de embalse de agua, construcción de toneles y de hidroeléctricas para generación de electricidad. Esa labor investigativa inicial tomó unos tres años; mientras tanto, se iban adelantando estudios para los proyectos que lucían prioritarios como: Valdesia, Jiguey, Aguacate, Tavera, Bao y Mao Moncion, por solo mencionar los más importantes definidos preliminarmente ya en 1956, ya construidos hoy en día”.

“Mira Maruxina, mira, mira como vengo yo”. Hoy, mientras concluyo esta narración, es domingo 23 de enero de 2011. Le he pedido a la editora que me de tiempo para reelaborar esta historia que no tiene fin ante el caudal de recuerdos que me cuenta don Juan cada dia. Ayer me trajo una larga y proteica narración de su labor en la geología y los ríos del país, acaba de mandar una saga de sus caminatas por el país… pero lo que enternece en un párrafo escondido, es ese recuerdo del padre, en los últimos años. Como el minero del socavón de Asturias o del Pirineo aragonés, invocan a la Santa Bárbara bendita, él y su padre recobran la voz, el hijo recuerda lo que el padre quiere olvidar, canturrean ese: “Mira Maruxina, mira, mira como vengo yo” y Juan Gil descubre a ese padre que recobró la voz y que: “En sus últimos años fue de nuevo el hombre alegre y jovial que fue en su juventud antes de la Guerra Civil Española”.

FOTOGRAFÍAS: FUENTE EXTERNA

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