Familia y aprendizaje de violencia

Familia y aprendizaje de violencia

La familia es uno de los principales escenarios de aprendizaje y modelaje social de la violencia en nuestra sociedad. En las familias el niño y la niña aprenden a responder con violencia ante situaciones de conflictos. Los modelos de estos aprendizajes se muestran en tres escenarios: 

1. Violencia de género.

Hombres cónyuges, hermanos, padres y tíos que golpean a las mujeres para “corregir” las conductas que violan las normas sociales. En este sentido las niñas y jóvenes aprenden a ser víctimas de violencia y a mantenerse calladas aceptando los golpes que les propinan los hombres de sus familias viéndolos como “buenos y válidos”, pues “se lo merecen”. Así se muestra en los discursos de muchas mujeres víctimas de violencia que legitiman las agresiones físicas y verbales que reciben de sus maridos, padres, hermanos o tíos.

2. Violencia de padres/madres o tutores hacia sus hijos e hijas.

En la familia las personas adultas que son responsables de la población infantil (padres, madres, tías, abuelas, tíos…) le propinan pelas a niños y niñas. Estas pelas están legitimadas socialmente, se supone que se debe “corregir” a esta población para que no reproduzcan conductas que violan las normas sociales establecidas.

Lo que tenemos es una sociedad autoritaria que desde la familia concibe el aprendizaje como imposición o mandato y niega los derechos de niños y niñas legitimando las pelas.

 La legitimación de las pelas tiene que ver con la significación que tiene en nuestra cultura ser padres/madres o tutores/as y la lógica de la autoridad construida a base de la violencia.

3. Violencia entre niños, aprender a “defenderse”.

Las personas adultas le enseñan a los niños (no así a las niñas) cómo deben defenderse. Esta defensa supone el uso de la violencia física y verbal para demostrar la masculinidad y la virilidad presente en la esencia de “ser varón”.

 La familia es el primer escenario de socialización y aprendizaje social de la violencia en nuestra sociedad. La relación entre violencia-corrección de conductas se aprende en la familia y se asocia a su vez al amor. Así violencia y amor se convierten en una dualidad permanente en la construcción social que genera un continium de violencia que se extiende a la formación de nuevas familias y en la convivencia social fuera del ámbito familiar.  Lograr que la sociedad quiebre los patrones de violencia social implica desmontar las pelas y el castigo como método de cambio de conductas así como la asociación entre masculinidad-violencia, amor-violencia. Necesitamos romper el ciclo de violencia con procesos educativos formales e informales que apunten a una educación para la paz y a la ruptura de sus cimientos. 

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