Familiares inconformes no identifiquen cuerpos

Familiares inconformes no identifiquen cuerpos

HIGÜEY, República Dominicana (AFP).- Familiares de las víctimas del incendio de la cárcel de Higüey deploraron el martes en esta localidad 150 km al este de Santo Domingo que las autoridades sólo lograron identificar 62 cadáveres, de las 134 personas que perecieron en la peor tragedia penitenciaria dominicana.

   «Nosotros estamos dando todas las facilidades a los familiares para que retiren a sus muertos, pero hay muchos cadáveres que están irreconocibles», dijo a la AFP Amado Avila, director de la Defensa Civil en la provincia de Altagracia, cuya capital es Higüey.

   Cuatro fosas comunes sirvieron de tumbas para los fallecidos en el incendio, que se originó el lunes en un enfrentamiento entre grupos de reclusos del penal, según las autoridades.

   Las labores de inhumación y las gestiones para identificar los cuerpos -en su mayoría infructuosas-  alteraron las actividades cotidianas de la provincia turística.

   Decenas de personas llegaron de distintas partes del país en busca de una lista oficial de vivos y muertos, que la Policía manejó con restricciones. El hospital, el cementerio y la cárcel de su capital Higüey se convirtieron en el centro de atención de la ciudad.

   Francisco Charlie, de origen haitiano, estaba apostado detrás de una cuerda que cuidaban celosamente un cuerpo policial vestido de chamacos y provisto de armas largas.

   Ya lo habían dejado entrar a la morgue y a un furgón frigorífico en el que están las personas no identificadas, pero no pudo reconocer entre los cuerpos al de su hermano Argentino Pie. El recluso llevaba un año y medio sin condena en la cárcel de Higüey, acusado de dar una golpiza a su mujer. Luego la esposa retiró la querella, pero Pie permaneció detenido.

   «Ellos dicen que ahí están todos, pero yo no lo reconozco, la gente en la calle dice que ellos botaron algunos pedazos que estaban desbaratados. No sé si él era uno de esos», dijo Francisco, en el patio del hospital público.

   Mientras tanto, en la cárcel, 276 reos comparten ahora el espacio que quedó habilitado tras el siniestro, la pena por los compañeros fallecidos y, algunos, las visitas de sus familiares.

   De los 15 lesionados que atendió el hospital local, sólo quedaron tres internados y el resto volvió al reclusorio. Otros 11 que también resultaron heridos fueron trasladados a la capital.

   El inspector de la policía, mayor general Domínguez Castillo, dijo que continuaban las investigaciones, dirigidas por el procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito.

   El funcionario indicó en Santo Domingo que la comisión realizó el martes una primera reunión para evaluar los datos manejados hasta ahora y trazar el curso a seguir para determinar las verdaderas causas de la tragedia.

   Bajo el inclemente sol del mediodía, los parientes de Santo Natera abrieron en el cementerio un ataúd donado por las autoridades municipales, para ver por última vez el cuerpo calcinado del reo, que además tiene un impacto de bala.

   En medio de gritos de desesperación, depositaron el sarcófago en un hoyo de cinco metros de largo por tres de ancho, donde fueron depositados otros cuatro cadáveres.

   Uno de los funcionarios de camposanto indicó que éste era el fallecido número 14 enterrado en esa fosa, pues debajo  -divididos por tierra-  había otros ataúdes.

   Natera, de 26 años, condenado a 30 años de prisión por asesinato, llevaba casi dos años en la cárcel de Higüey, que tenía capacidad para 180 presos, pero donde había 400 reos recluidos en condiciones de hacinamiento y con deficientes controles de seguridad.

   Este fue uno de los tantos jóvenes que murió en el confuso incidente que destruyó uno de los pabellones de la penitenciaría. «Yo espero que se haga justicia, porque a mi hermano lo mandaron a matar en la cárcel», gritaba indignada Licia Acosta, hermana del joven.

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