Familiares lloran de alegría al contactar la perforadora con los mineros

Familiares lloran de alegría al contactar la perforadora con los mineros

San José, Chile, (AFP) – El campamento Esperanza es una fiesta. Bocinas, abrazos y gritos de «Chi-chi-chi…le-le-le». Todos festejan este sábado el anuncio de que la perforadora a la que llaman ‘La Milagrosa’ terminó el túnel por donde se rescatará a los mineros atrapados.

Los familiares desbordan entre la risa y el llanto.

«Es algo muy fuerte. Están allí. Ya están casi afuera. Es demasiado emocionante», dijo a la AFP Nelly Burgueño, la madre de Victor Zamora, uno de los 33 mineros sepultados en la Mina San José desde el 5 de agosto en las entrañas del desierto de Atacama.

Jessica, la joven esposa de Victor Zamora, no deja de llorar. Está embarazada de una niña y sus amigas le dan ánimo: «Mira, qué regalo te ha hecho la bebé».

«Ella te dará fuerza, las mujeres son más fuertes». Eso la hace sonreír. A su lado el padre del minero Carlos Barrios, camina de un lado a otro: «Estoy muy nervioso. Ahora no puedo decir nada».

Entre ellos se abrazan fuerte, fuertísimo. «Tantos y tantos días de sufrimiento y espera», explican. Finalmente este sábado, la perforadora Schramm T-130 (apodada por los mineros ‘La Milagrosa’ o ‘La Liebre’ debido a su rápido avance), llegó a su objetivo de 622 metros.

Un grupo de familiares corren a la ladera donde están plantadas 33 banderas, con los nombres de cada minero, 32 chilenos y un boliviano.

«La emoción es demasiado grande. Todavía esto no está terminado pero la fecha se acerca y ya sabemos que es muy pronto», cuenta Wilson Avalos, tío de los hermanos Florencio y Samuel Avalos.

La alegría se siente en todos los rincones del campamento, que se fue formando desde hace 65 días como un pueblo improvisado, con escuela, comedor y tiendas, en medio de rocas, piedras y un polvo grisáceo que se mete en todos los poros, a la espera del rescate de los 33.

«Me imagino lo que debe estar sintiendo mi hermano allá adentro», comentó a la AFP entre lágrimas Gastón Enríquez, hermano del minero José Enríquez.

Los centenares de periodistas que se congregan allí también festejan al grito de «Chi…le, Chi-Chi-Chi,le-le-le, viva Chile», al igual que los funcionarios que trabajan en el campamento.

«Estoy demasiado contenta», dice Rosa Rivera, una de las cocineras que trabaja en Esperanza y ya se ha hecho amiga de muchos de los familiares. La familia Avalos saca unos pastelitos. Saben que todo el mundo los está mirando.

«Los teníamos reservados para este momento», cuenta uno de los hermanos, que se encuentra en el campamento desde el 5 de agosto.

«Estamos muy felices, porque estos dos meses hemos sufrido mucho.

Esperamos ahora que salgan luego arriba para poder abrazarlos y traerlos a casa», dice Wilson Ávalos. El papá de Carlos se acerca. «Ahora sí puedo hablar. Ahora hay que esperar que salga. Ahí renaceremos todos».

La alegría, cuenta, es similar a la que sintieron 17 días después del derrumbe, cuando el mundo supo que los 33 mineros estaban vivos.

Pocos días después las imágenes grabadas en alta definición de los trabajadores atrapados, recorrieron todas las pantallas del mundo.

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