Familias de afectados por cura aún esperan la indemnización

Familias de afectados por cura aún esperan la indemnización

Santiago.-Luego de ocho meses de que el exsacerdote Wojciech Gil (padre Alberto), fue condenado a siete años de prisión por abusos a menores cuando prestaba servicios en la parroquia de la comunidad de Juncalito, las familias afectadas aún esperan la indemnización económica, que fue impuesta al imputado por un tribunal de Polonia.
Cuando en mayo los máximos representantes de los ministerios públicos de República

Dominicana y Polonia se reunieron con los familiares de los menores, iniciaron los trámites para el pago de la indemnización de 125 mil polskiztoty (pesos polacos), a ser repartidos entre los afectados.

Sin embargo, según dijeron ayer Ramón Peralta y José Roberto Báez, padres de niños abusados, ninguna de las familias ha recibido el dinero prometido y por el contrario, han sido abandonados tanto por las autoridades de Polonia como por la misma Iglesia Católica, que “se ha hecho de la vista gorda”.

“Hace poco más de dos meses, la fiscalía de Santiago nos mandó a buscar y nos dijo que hiciéramos una cuenta de banco, en la que desde Polonia nos depositarían el dinero de la indemnización, pero no nos han mandado nada y lo peor es que nos han abandonado”, dijo Peralta.

Expresó que desde que conoció los abusos del padre Alberto contra su hijo, su familia ha tenido muchos problemas y situaciones difíciles, incluido intento de suicidio del afectado.

“Cuando se tiene a un hijo que ha sido afectado y abusado de esa manera, toda la familia queda afectada. Uno se enferma y tiene complicaciones de salud que no tenía. Y mi hijo tiene traumas que no le permiten estar tranquilo. Ha sido con un gran esfuerzo que ha podido seguir estudiando”, manifestó Peralta.

Aunque solo siete familias llevaron a la justicia el caso de los abusos, Peralta indicó que al menos 180 niños fueron acosados.

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Silencio y miedo Ramón Peralta, padre de uno de los afectados, dijo que muchas

familias han preferido guardar silencio. Algunos de los menores han dejado de estudiar y ni salen de sus hogares, por temor a las burlas. Los padres dicen que la indemnización de la Iglesia quedó en palabras.

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