Familias de zonas rurales viven en “agonía” económica

Familias de zonas rurales viven en “agonía” económica

POR LLENNIS JIMÉNEZ
LOS BOTADOS, Monte Plata.-
Su amado terruño le abrió los brazos a su nacimiento, la vio formar familia y caer en el abatimiento, por una grave dolencia. Inés de Paula se cobija ahora en  una destartalada casita de tablas de palma, con sala y cocina unida, sin alimentos, carente de agua potable y de instalación sanitaria.

La indigente ha sobrevivido a tres accidentes cerebro vasculares (infartos cerebrales).

En esta olvidada zona rural, como ella, la mujer de 65 años termina su vida, viendo desvanecer sus esperanzas en un mundo que a su derredor invierte millones de dólares en tecnología y obras de infraestructura.

De Paula, víctima de un primer derrame  cerebral en el año 1990, cuando cargaba agua del río La Leonora, a menos de un kilómetro de su hogar, engrosa la lista de  dominicanos indigentes, porque vive con ingresos inferiores a un dólar por día.

Pese a que sembró sus raíces a una comunidad situada a 40 minutos de la ciudad de Santo Domingo, Inés de Paula no cuenta con asistencia médica para atender su enfermedad.

 Ella es cabeza de una de las familias que la Comisión económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) enfoca dentro de la pobreza indigente que predomina en la República Dominicana.

Hoy,  17 de octubre, declarado “Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza”,  Inés de Paula no vislumbra ningún cambio en su vida.

  Tampoco para sus descendientes, como Dania, hija con quien comparte un pedazo del solar del caserío aislado de los sistemas de telefonía.

Esta mujer, que cuando sus fuerzas se lo permitieron ganó el sustento de su familia en labores domésticas, no parece estar destinada a hacer de la pobreza historia, como procura la Organización de las Naciones Unidas.

Sus doce nietos,  retoño de Denia y otros hijos, están también en condiciones  de necesidad, porque los ingresos que perciben sus padres apenas alcanza para subsistir.

  Con la mirada un poco apagada y el habla dificultosa como consecuencia de sus derrames cerebrales, Inés de Paula mira a sus nietos jugar.

Otros pequeños que juegan en el entorno están dentro de la lista que la  organización mundial señala en República Dominicana, por ser la población infantil con desnutrición, la misma que a los países de Centroamérica le costó US$6.7 billones, equivalente al  6.4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

POCO IMPORTAN LA MACRO O LA MICRO

Esta mujer de Los Botados nada tiene que ver con la situación económica del país. No le interesa  si se produjo una  fuerte recesión del  2002 al 2004. Su preocupación es enfrentar el día a día en una comunidad donde el transporte principal se hace en camioneta y en motocicletas.

Inés de Paula careció siempre de lo que a muchos, con fincas en zonas altas de Los Botados,  les sobra; gente que hizo villas con área para cada tipo de diversión y la que ella ni imagina.

“A mi papá se le taparon los riñones y aunque lo llevamos al médico, no pudimos salvarlo”, refiere Denia al evocar la causa del deceso de su padre, Bernardo Payano, quien nada pudo hacer para zafarse de las garras de la  pobreza.

Denia cosecha cacao en el patio de la casa, donde cría un cerdos. Sin embargo, los intermediarios le compran el producto a muy bajo precio. No llega a 200 pesos lo que percibe por un cacao grande y fresco.

¿POBREZA O FALTA DE POLÍTICA?

Por falta de incentivo y de ayuda, Denia desertó de la escuela en quinto curso y se casó a la edad de 16 años, donde concibió a la primera de sus cuatro hijos. De un segundo matrimonio tuvo los restantes tres, pero el hombre no cuenta con recursos para levantarle una casucha.

El viernes pasado cocinaba a las 12:03 de la tarde el arroz que el gobierno le entregó a su madre Inés. Improvisó un anafe en un tanque, para así economizar el presupuesto del gas propano.

Como esta, muchas familias de Los Botados, caen en el grupo de los 8.6 por ciento de dominicanos que se encuentran en el nivel muy bajo y donde no se percibe un salario mensual de RD$3,000, además de que está fuera de los planes de la Seguridad Social.

El costo de una vida

El pasado 20 de julio, la mujer  sufrió el tercer accidente cerebro vascular

No le cubrió los gastos el Seguro Nacional de Salud (SENASA) que recientemente le asignó el Estado en régimen subsidiado, ya que no estaba en vivencia

Dos de sus seis hijos debieron hacer sacrificios para pagar RD$18,000 en la Plaza de la Salud  por el internamiento de cuatro días, logrando un descuento de un 60%. Con este dinero, ella  hubiera construido su casa, como aspira, para protegerse mejor de la lluvia y del inclemente sol del mediodía.

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