Fantasías de la imaginación

Fantasías de la imaginación

Liberado de las faenas del diario vivir acostumbro, antes de entregarme a Morfeo, a reflexionar un poco. Es cuando suelo dar riendas sueltas al pensamiento. Afloran en la mente toda una serie de ideas que poco a poco voy filtrando hasta quedar con una de ellas.

De madrugada, mientras me ejercito con mi fiel acompañante, Ringo, que es como denomino al pastor alemán, paso revista al pensamiento o revelación de la noche anterior.

Uno de esos episodios tenía como escenario el vientre de mi progenitora. Me imaginaba nadando libremente en la piscina amniótica de la cavidad uterina, recibiendo oxígeno y nutrientes a través del cordón umbilical. Dormía y despertaba a mi antojo sin necesidad de ejercer control alguno sobre mis esfínteres. 

De repente, se aparece un hada mágica y me anuncia que se ha terminado ese tipo de vida parasitaria y por tanto debo prepararme para llevar otro tipo de existencia totalmente diferente al anterior.

Agrega que tengo derecho a pedir un deseo antes de abandonar el útero de mi madre. Rápidamente le sugiero que al salir del canal de parto mis padres me doten de una brújula. Ella, sorprendida por lo pequeño y aparentemente insignificante de mi selección, pregunta el por qué de esa escogencia.

Razono diciéndole que para habitar en ese nuevo mundo desconocido al cual seré lanzado, lo más conveniente y útil sería poder siempre contar con un instrumento que me señale un norte como guía para así nunca andar perdido en el espacio. Habiendo visto pasar 67 primaveras en sociedad, estoy convencido de que muchas de las frustraciones, fracasos, malos pasos y metidas de pata de la gente tienen mucho que ver con un vivir sin agenda, ni propósitos a mediano y largo plazo.

El inmediatismo es lo que más nos acerca a las otras especies animales; sobrevivimos sin un norte que nos permita caminar sin zigzagueos hacia metas nobles previstas y alcanzables. Se vive como veleta oportunista a la que mueve  el viento caprichosamente a la velocidad y dirección que éste establezca.

Se carece de la entereza para guiar el ser, se es incapaz de desarrollar un pensamiento propio y se espera a que otro piense por nosotros. Se puede y se tiene que convivir en sociedad, sin necesidad de perder la capacidad de ser actor de su propio destino.  Claro que hay  que negociar; por supuesto que la  vida no es una línea recta. A veces las circunstancias nos obligan a tomar un desvío pasajero, pero se tiene pendiente retornar a la ruta principal que habrá de conducirnos hasta el objetivo trazado.

¿A qué vinimos a este mundo? ¿Qué pretendemos hacer en el transitar por nuestro espacio de vida? Si contáramos con una ruta,  y con un gran propósito noble por el cual luchar, caminaríamos con la frente en alto, la consciencia tranquila y las manos limpias del oro que corrompe y degrada a las almas destempladas y débiles que sólo viven el aquí y ahora.

Antes de despedirme debo rectificar como humano que soy. Siendo que he de renacer en el 2013 y no en el 1945, ya no pediría una brújula a mi hada mágica, sino que lo que tendría que solicitar es un GPS.

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