Fantasias y realidades del DR-CAFTA

<p>Fantasias y realidades del DR-CAFTA</p>

AUTOR: EDUARDO KLINGER PEVIDA
No pueden desconocerse las virtudes que conlleva un proceso de comercio sin restricciones desde el punto de vista de la eficiencia y productividad a que obliga al aparato productivo nacional para poder competir con los productos importados en el mercado interno y con los productos propios en los mercados internacionales; así como al hecho de que abarata – al menos conceptualmente – los insumos y otros productos de importación con un efecto positivo en el consumo y en los costos de producción.

No obstante, esta por verse cual es el efecto real que puede tener un escenario de libre comercio entre países – llamados en desarrollo – y economías desarrolladas.

Ahora, la República Dominicana se involucra en lo que probablemente ha de ser el desafió económico mas grande de su historia: la puesta en ejecución de un acuerdo de libre comercio con la economía mas grande del mundo y que es, además, su principal socio económico – comercial tradicional.

De un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos – como cualquier otro – podría esperarse que:

– La reducción y/o eliminación de aranceles signifique menores precios en el mercado interno;

– Lógicamente, disfrutando de un mayor acceso a aquel mercado se estimulen las exportaciones nacionales; y

– La posibilidad de ingresar bienes libres de impuestos en el mercado norteamericano estimule la captación de inversiones para instalar plantas industriales en el territorio nacional, aprovechar una mano de obra mas barata y exportar en condiciones preferenciales hacia los EE.UU.

En esos tres aspectos se conjugan fantasías y realidades.

Esta por verse, conociendo la voracidad de una parte del empresariado importador y que sectores del mismo enfatizan su rentabilidad por unidad y no por volumen o mayor rotación de inventarios, si la reducción arancelaria tendrá un efecto positivo en el nivel de precios o si, en todo caso, ese efecto será correspondiente con la reducción arancelaria. De no producirse ese gran efecto abaratador entonces estaremos presenciando una mayor concentración de riqueza y un efecto mínimo o ninguno en el abaratamiento interno.

Desde hace ya mucho, la República Dominicana exporta la mayor parte de sus bienes hacia el mercado norteamericano en condiciones de libre acceso, sin que ello haya impactado de manera notable en sus exportaciones tradicionales, aunque si en buena parte de las zonas francas. Sin embargo, los productos norteamericanos no han tenido ese privilegio que si tendrán ahora con la entrada en vigencia del TLC.

Cuando al interior de la sociedad norteamericana se debatía la aprobación o no del CAFTA sus defensores no se cohibían de confesar públicamente que no entendían como podía haber oposición a un acuerdo “tan desproporcionalmente favorable para los EE.UU”. Un abogado exclamaría que “ a confesión de parte relevo de pruebas”.

No es que no se pueda lograr una buena plataforma exportadora nacional, es que no parecen tomarse las medidas pertinentes. Además, quizás nuestras mejores potencialidades exportadoras no estén orientadas, necesariamente, hacia el mercado norteamericano.

En consecuencia, esta por ver cual será el efecto real – más allá de cualquier utopía – que podemos esperar del CAFTA sobre el monto de nuestras exportaciones.

En el tercer factor es en el que quizás podamos apreciar algo más cercano a los sueños. Seria lógico esperar que, efectivamente, los inversionistas se instalen en estas tierras para aprovechar una mano de obra mas barata, cercanía al mercado y acceso preferencial para desde aquí exportar al mercado norteamericano y ello, de producirse, tendría un impacto muy positivo en el empleo y el ingreso.

Ahora bien, no nos engañemos. Habrán de surgir recurrentemente otros conflictos – y mas con un congreso norteamericano demócrata – distintos a lo meramente comercial. Se cuestionará al país por su política laboral, sindical, de propiedad intelectual y ambiental constituyéndose en factores de presión – con razón o sin ella – sobre la política interna. Una indeseable realidad.

A pesar de todo ello, el dilema no radica en discutir si debíamos habernos incorporado o no a ese acuerdo. Si el Congreso de los Estados Unidos no hubiera aprobado el CAFTA entonces, podría decirse, que no sucedería nada; no habría libre comercio o libre acceso para nadie. Sin embargo, hubiera sido muy riesgoso para el país que Centroamérica estuviera incluida en un acuerdo de libre comercio con los EE.UU. y que la República Dominicana no participara en el mismo, porque entonces hasta los que ya estaban instalados en suelo dominicano podrían irse a buscar el acceso al mercado norteamericano desde América Central.

Ya no hay vuelta atrás, al menos desde nuestro campo, por lo que ahora es responsabilidad de los sectores públicos y privados el intentar minimizar las realidades indeseables que puedan surgir y en tratar de convertir las fantasías en realidades.

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