Fantasma Tiananmen asola los gobernantes
de China

Fantasma Tiananmen asola los gobernantes <BR>de China

POR JOSEPH KAHN
PEKIN.- La semana pasada, el Presidente Hu Jintao pronunció un panegírico en el Gran Salón del Pueblo de Pekín ante 700 altos funcionarios y los nueve integrantes del Comité Permanente del Politburó. A la mañana siguiente, la primera plana del Diario del Pueblo, el vocero del partido, alabó los «logros destacados» del difunto.

Esas elaboradas ceremonias estatales generalmente conmemoran a un personaje de encumbrada importancia nacional, a alguien como Zhao Ziyang, quien encabezó el gobierno de China y al partido gobernante durante gran parte de los años 80 y falleció el 17 de enero.

Fue Zhao, entonces jefe del Partido Comunista, quien, justo antes de la represión violenta del 4 de junio de 1989, apareció en la Plaza de Tiananmen, con lágrimas en los ojos y un cuerno de toro en las manos, disculpándose por haber «llegado demasiado tarde» y advirtiendo a los estudiantes que abandonaran la plaza por su propia seguridad.

Pero no fue Zhao quien estaba siendo honrado; era un oscuro oficial llamado Niu Yuru, de Mongolia Interior. Zhao recibió un aviso de una línea en el interior del Diario del Pueblo, justo arriba del mapa del clima.

Al final, el ejercicio orwelliano de eclipsar la muerte de un hombre conmemorando a otro testifica las continuas repercusiones políticas de la supresión de los manifestantes en 1989.

Pero al igual que los esfuerzos del partido para definir el levantamiento de Pekín como un «motín contrarrevolucionario» han ayudado a elevarlo a un estatus casi mítico entre los chinos de mayor edad, así la campaña para erradicar el recuerdo de Zhao ha mejorado su reputación entre ex colegas, intelectuales y periodistas chinos, disidentes en el extranjero, legisladores en Hong Kong y Taiwán, e incluso entre los formuladores de políticas en la Casa Blanca.

Cuando Zhao murió, el Ministerio de Relaciones Exteriores leyó una declaración sucinta condenándolo como un «divisionista». Pero simpatizantes inundaron de elogios por correo electrónico sitios de Web en el exterior y las oficinas de medios regionales y extranjeros. Fue llamado arquitecto de las reformas económicas chinas, un visionario que favoreció un amplio cambio político, un hombre que se opuso a la violencia contra el pueblo.

«Zhao Ziyang sigue estando con nosotros, en la lucha en marcha por los derechos y la democracia para el pueblo chino», escribió Bao Tong, ex colaborador de Zhao y el más destacado funcionario chino encarcelado después de las protestas, en un ensayo divulgado tras la muerte de Zhao. El propio Bao vive bajo arresto domiciliario y un hostigamiento policial casi constante.

La Casa Blanca elogió a «un hombre de valor moral».

El Partido Comunista, desde el principio, ha tratado de reescribir la historia de Tiananmen, que, para algunos, cuestiona la legitimidad del partido. Zhao, por ejemplo, fue víctima de una purga después de que se opuso al uso de la fuerza contra los manifestantes estudiantiles. Pasó casi 16 años bajo arresto domiciliario, y las referencias a él se desvanecieron de los medios estatales.

El partido también acalló a los estudiantes. Hoy en día, muchos en la Universidad de Pekín tienen sólo ideas vagas de lo que sucedió en Tiananmen, y poco o ningún conocimiento de Zhao.

Sin embargo, su estatura sólo creció en otras partes de la sociedad china, conforme se filtraron los detalles de su conflicto con el líder máximo de China, Deng Xiaoping, junto Canadá rumores de que había rehusado escribir la tradicional auto-crítica y pedir clemencia.

Su creciente reputación sobrevivió al hecho de que biografías más completas señalaron cómo Zhao, como funcionario del partido en Henan en los primeros días del régimen comunista, ordenó asesinatos de caciques, posiblemente incluyendo a su padre. Como primer ministro en 1987, derrocó a Hu Yaobang, el jefe partidista partidiario de las reformas.

Incluso algunos que admiran a Zhao dicen que el principal impulso para la liberalización económica y política (aunque modesta) de China provino de Deng. Y Wuer Kaixi y Wang Dan, líderes del movimiento estudiantil que ahora viven en el exilio, escribieron en artículos de opinión separados en The Asian Wall Street Journal que la conversión de Zhao a la causa de los manifestantes ocurrió sólo después de que perdió una batalla partidista interna por el control.

Pero esas son sombras de gris en una batalla de propaganda librada en blanco y negro por la memoria y la lealtad de la nación. De hecho, el Partido Comunista abandonó a Zhao y la oposición lo adoptó, haciéndolo un ícono improbable de la resistencia.

No es que los disidentes – que carecen incluso de una plataforma común – estén a punto de derrocar al gobierno chino. Pero Zhao y Tiananmen son dos fantasmas acusadores que el Partido Comunista no parece capaz de exorcizar.

En una era en que los oponentes operan virtualmente y sin fronteras, el partido podría resultar incapaz de imponer su versión de la historia, de la verdad. Si esta generación de estudiantes no tiene conocimiento sobre Tiananmen o Zhao, la siguiente podría tenerlo, o la que le siga.

«Todo el asunto de Tiananmen es como una primavera gigantesca que el partido sigue reprimiendo», dice Wu Jiaxiang, quien trabajaba en el comité central del partido en 1989. «Pero se está volviendo más difícil, no más fácil, y está agotando al partido».

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