Fatal maltrato infantil

Fatal maltrato infantil

Narra Marcos el evangelista en el capítulo 10 versículos 13 y 14: “Algunas personas presentaron sus niños a Jesús para que él los tocara: y los discípulos reprendieron a esa gente. Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: “Dejen que los niños vengan a mí.

¿Por qué se lo impiden? El Reino de Dios es para los que se parecen a los niños, y les aseguró que quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Una tarde cualquiera, un menor de la calle, sin apellido, ni nombre, hambriento y tembloroso cruzaba  esperanzado la intersección de la avenida John F. Kennedy con Abraham Lincoln en la capital dominicana, tratando de limpiar los vidrios de un vehículo. En ese preciso momento el pobre infeliz fue embestido por un automóvil que se desplazaba a gran velocidad  causándole múltiples traumas de carácter mortal. El chofer homicida ignoró el hecho y se dio a la fuga sin que fuera posible dar con su identidad y paradero. Entre los hallazgos de autopsia se destacan un estómago y unas asas de intestino delgado completamente vacíos, signo de un prolongado ayuno involuntario.

Otro niño de 20 meses, quien compartía el hogar con dos hermanitos, su madre y padrastro fue reportado muerto por su progenitora. Narró la mamá que siendo las diez y treinta de la mañana, mientras su marido se bañaba, oyó al hijo caer de la cama. Acudió en su auxilio calmándolo con agua azucarada. Unos minutos más tarde el niño fallecía cuando era conducido a un Subcentro de Salud. El estudio postmortem arrojó los siguientes resultados: fracturas antiguas de la cuarta, quinta y sexta costillas. Trauma contuso antiguo y reciente en talones, mejilla y cuello. Contusión cerebral, fracturas recientes de la séptima, octava y novena costillas. Contusión y laceración del pulmón derecho; contusión del músculo diafragma y del abdomen. Todos  estos traumas no encajan con la información aportada por la progenitora y más bien se corresponden con el conocido cuadro clínico del niño abusado y maltratado. 

No soy juez para juzgar, ni sociólogo moralista, ni demagogo oportunista, mucho menos conformista, ni un gran cómplice silente. Soy un ave rebelde que alza su vuelo, asqueado de tanta injusticia, inmoralidad y mentira, que encuentra alivio y refugio atrás en el tiempo y delante en el espacio. Ello me permite viajar hacia el pasado con la vista fija en el futuro, para luego reencontrarme con Miguel Hernández  que me dice: “Carne de yugo, ha nacido/ más humillado que bello,/ con el cuello perseguido/ por el yugo para el cuello./ Cada nuevo día es/ más raíz, menos criatura,/ que escucha bajo sus pies/ la voz de la sepultura./ ¿Quién salvará este chiquillo/ menor que un grano de avena?/ ¿De dónde saldrá el martillo/ verdugo de esta cadena?/ Que salga del corazón/ de los hombres jornaleros,/ que antes de ser hombres son/ y han sido niños yunteros”. 

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